Resucítame

Gracias Señor, porque por medio de tu muerte y resurrección soy nacido de nuevo para vivir una vida en abundancia, lejos del pecado y lleno de tu amor. Amén

“Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.”
1 Corintios 15:17

Jesús tomó nuestro lugar en la cruz y ofreció su vida por nosotros. Cuando recibimos por fe al Señor Jesucristo en nuestro corazón se produce un cambio trascendental: nos resucita y nos hace nuevas personas, nuevas criaturas (2 Corintios 5:17).

En consecuencia debemos identificarnos con este suceso, y pensar como dice la Palabra de Dios: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” (Romanos 6:5), esto significa que cuando creemos somos unidos a Él o amalgamados con su Espíritu (Bautismo del Espíritu) y así como fuimos sepultados juntamente con Él, entonces somos resucitados con Él, y el resultado de este hecho es como dice el Espíritu Santo por Pablo : “para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”(Romanos 6:6), ya no debe reinar el pecado en nosotros, de modo que lo obedezcamos en nuestras concupiscencias, ni tampoco presentemos nuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentémonos nosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos y nuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. (Romanos 6:12-14) .

Esta es la verdadera libertad, el triunfo de nuestra fe. Abandonamos la práctica del pecado no en nuestra propia fuerza o por convicción religiosa, sino por lo que Jesús ya hizo en la cruz, y el aceptar o identificarnos con esta verdad nos santifica y nos permite alejarnos del pecado. Qué verdad tan importante: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado, y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él” (Romanos 6:7-8).

¿Por qué vivimos como pecadores si ya el pecado fue condenado en la cruz y no tiene poder sobre nosotros? Vivamos pues como lo que somos gracias a Cristo: hijos justificados, santos y obedientes que ya no practicamos el pecado.