Un simple acto de fe puede producir un milagro
2016-09-29
1. Oración inicial
Amado Dios, frente a las circunstancias adversas de la vida, enséñame a actuar en fe, a creer en tus promesas, a entregarte a ti lo mejor de mí, para que obres milagros. A buscarte y darte primeramente a ti, mi tiempo, mis talentos, mis recursos, con la seguridad de que suplirás todo lo que me falta. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías”, 1 Reyes 17:13-16
3. Reflexiona
En este pasaje vemos que un simple acto de fe puede cambiar totalmente una circunstancia adversa. A esta mujer viuda que apenas tenía un poco para comer, Elías le pide una porción primero para Él y le da la promesa de que Dios la bendecirá. Pasaron muchas cosas por su mente en ese momento, sintió temor, ¿morirían de hambre? ¿Cómo dar lo único que tenemos para nuestros hijos, a otros? ¿Será que somos capaces? Esta mujer, se sobrepuso al temor, actuó con fe y Dios le cumplió la promesa hecha por el profeta. La fe es el paso entre la promesa y la seguridad.
En nuestra mente es difícil concebir un milagro porque nuestra fe es débil. ¿Cuántas veces Dios nos ha pedido que le entreguemos nuestra vida, nuestros talentos, nuestro dinero, tiempo, a cambio de su bendición y dudamos? Todo milagro grande o pequeño comienza por un acto de obediencia. Debemos darle la oportunidad a Dios de usar su ilimitado poder, en nuestros limitados recursos y circunstancias.
Podemos hallar dos grandes principios para que nos edifiquemos. Primero, tenemos que ofrecerle a Dios, algo que nos sea necesario y para esto se necesita de nuestra fe. Recordemos cuando Dios le dice a Abraham “deja a tu pueblo y a tu parentela y sal al lugar que te voy a indicar”. Esta petición de Dios, requirió de una gran fe por parte de Abraham. Salir sin saber para donde iba, debe producir mucho temor. Pero obedeció y Dios lo bendijo grandemente. Esta mujer tenía necesidades, pero dio de lo poco que tenía para el sostenimiento del profeta de Dios y el Señor la recompensó con abundante provisión.
Segundo, esta mujer dio primero, su ofrendar activó el milagro que duró por espacio de tres años. Se desprendió de lo que le pertenecía a ella y a su hijo, lo dio a otro y Dios multiplicó. Sembremos de nuestro tiempo, de nuestros talentos, de nuestros recursos y Dios lo multiplicará. Quizás no veremos solución a nuestros problemas hasta que no demos el paso de fe. Es el propósito de Dios usar y honrar lo necio y lo débil del mundo para obrar un milagro. La mujer que Él escoge para sustentar a Elías, era pobre, desolada y necesitada. Es allí donde Él manifiesta su poder.
¿Estaremos dispuestos a aventurarnos a hacer lo que Dios nos pide, basándonos en sus promesas? Si lo hacemos, no se nos hará difícil despojarnos a sí mismos para su servicio, dándole a Él la primera parte, lo mejor de nuestras vidas.
Bienaventurados todos aquellos que podemos creerle a Dios, en contra de toda esperanza y obedecer. Si confiamos en Dios, Él nos promete que jamás seremos avergonzados en el día de la prueba y en el día de escasez nos sustentará.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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