Todo le pertenece a Dios
2016-08-16
1. Oración inicial
Amado Padre, sé que todo te pertenece, que nada es mío, que sólo es un préstamo mientras camino en esta tierra. Ayúdame a administrar bien todo lo que poseo, a ser agradecido con tu provisión divina. Enséñame a ser generoso con los demás, que pueda dar de lo que tengo, a disfrutar y a estar contento con lo que ahora poseo. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová. Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos. Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña. Lo que de suyo naciere en tu tierra segada, no lo segarás, y las uvas de tu viñedo no vendimiarás; año de reposo será para la tierra. Mas el descanso de la tierra te dará para comer a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu criado, y a tu extranjero que morare contigo; y a tu animal, y a la bestia que hubiere en tu tierra, será todo el fruto de ella para comer”, Levítico 25:2-7
3. Reflexiona
En este pasaje Dios le da instrucciones al pueblo de Israel sobre la tierra que van a poseer. La verdad es que la posesión, es siempre un asunto delicado. Los niños en sus juegos dicen en alta voz: “!Eso es mío¡”. Aunque los adultos pretendemos ser más civilizados, no podemos ocultar que ese mismo sentimiento siempre está en nuestro corazón. Somos egoístas por naturaleza, queremos todo para nosotros, nos cuesta compartir.
Dios reconoce esta tendencia en el ser humano, por eso instituyó el Año del Jubileo para el pueblo de Israel, quería enseñarles una verdad espiritual crucial. Cada 50 años, toda tierra que se había vendido, tenía que restituirse al dueño original. Y la tierra quedaba sin cultivar, para recordar a la nación, que la tierra no era de su pertenencia, sino de Dios. Es una verdad dura para muchos, pero lo cierto es que nada nos pertenece. Todo es un préstamo que Dios nos da para que lo usufructuemos, pero nada es nuestro. Así como llegamos a esta tierra, así nos iremos.
Jesús fue tan claro cuando expresó, que no hiciéramos tesoros en la tierra, sino en el cielo. Lucas 12:33-34 “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.
Sin embargo, todos los días los hombres luchan unos con otros por posesiones terrenales, se desgastan y hasta se matan por conseguir más y más. Si poseyéramos todo lo que nuestro corazón desea, probablemente nuestro corazón desearía algo más. No debemos apegarnos a nada, sino reconocer que todo lo que poseemos es un préstamo de Dios, mientras estemos en esta tierra. Somos simples mayordomos de lo que Dios nos ha dado, lo que tenemos que hacer, es cuidar y ser responsables con lo que Dios nos ha confiado.
La vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes que posee. Para nuestro sostenimiento, debemos depender de la providencia de Dios y ser buenos administradores, usando nuestras cosas en armonía con esta Verdad. Siendo agradecidos con Dios siempre, compartiendo con otros en la abundancia y teniendo contentamiento aún en la escasez. El Señor prueba nuestros corazones para ver cuán codiciosos somos.
¿Nuestro dinero nos da libertad para ayudar a otros? Si así es, estaremos almacenando tesoros en el cielo, pero si nuestras metas financieras y posesiones estorban nuestra generosidad, pidamos a Dios que quite el egoísmo de nuestro corazón.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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