Testigos del Dios vivo

«Padre, guíame y dame la empatía para ir y contar a otros tus maravillas. Señor, fui rescatado de mi oscuro pasado por un testigo tuyo que testificó de tu amor en su vida. Gracias por revelarte a nosotros por medio de tu Palabra viva que por tu Espíritu se hace realidad en nuestra vida. Gracias por Jesucristo, nuestro Señor, amén.»

“Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti […] para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” Hechos 26:16,18.

Como pueblo de Dios, llamados de las tinieblas a la luz admirable de Cristo y con la misión de anunciar a todo el mundo sus virtudes (2 Pedro 2:9), es momento, como leíamos ahora, de levantarnos y ponernos sobre nuestros pies para tal hacer.
Si un cargo tenemos en el reino de los cielos es el de servidores, ministros del Dios vivo que se ha revelado a nosotros y nos ha dicho que con la seguridad y certeza que tenemos al haber experimentado su gracia y misericordia, vayamos y lo contemos dando testimonio donde quiera que estemos, pues el medio de propagación del evangelio de Dios, somos los que hemos sido testigos de su amor. Y hay miles de personas necesitando que su vida sea alumbrada y transformada por el poder restaurador de la Palabra de Dios.
La manifestación de la gloria de Dios en cada situación de nuestra vida no se debe quedar solo en nosotros, como un secreto; su mandato es que lo anunciemos, pues hemos sido puestos para esto. Que nuestra motivación, a partir de hoy, sea el de ser testigos fieles de su amor.