Testificar de Cristo. Parte 2

Amado Jesucristo, la más grande experiencia de mi vida es haber tenido un encuentro personal contigo, y desde aquel momento tú has guiado mis pasos, pues el hacer tu voluntad ha sido de gozo inefable para mí. Esto testifico de ti, solo tu das una vida con propósito Te amo Señor. Amen

“También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanezca sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”

Jesús quiere que sus discípulos sean testigos. Podemos descubrir la naturaleza de la función que tenemos que cumplir, estudiando el ejemplo de Juan el Bautista.
La Biblia dice claramente que Juan el Bautista fue enviado por Dios para que fuera un comunicador, un testigo acerca de Jesucristo. “Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”.
La experiencia personal de Juan fue atestiguar acerca de lo que vio y oyó en ocasión del bautismo del Cristo. El suyo fue un testimonio único en su género. Parece que solamente él vio al Espíritu Santo descender en forma de paloma y que solo él oyó la voz del cielo que identificó a Jesús de Nazaret como el Cordero de Dios que había de quitar el pecado del mundo.
Nuestro testimonio no podrá tener el mismo contenido que el de Juan el Bautista pero cada uno tiene un testimonio único en su género. Finalmente, sólo podemos atestiguar acerca de lo que hemos visto, oído, y experimentado en nuestras vidas, pues cada momento de nuestro existir deber ser una experiencia única con nuestro amado Dios y compartirla a quienes nos rodean.