Somos llamados a humildad
2020-04-29
1. Oración inicial
«Padre Amado, cuánta misericordia has tenido conmigo, has perdonado mi orgullo, mi vanagloria y mi vanidad a través de la más grande obra de amor y humildad en la cruz del Calvario. Señor, te ruego impregnes en mí, tu carácter, manso, humilde y apacible. Gracias Señor. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
«Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús», Filipenses 2:3-5
3. Reflexiona
Los seres humanos por naturaleza somos orgullosos y a ese orgullo siempre le anteponemos argumentos que tratan de justificar la poca o nada humildad que tenemos. Observemos que cuando alguien dice: piensen en una persona orgullosa, siempre pensamos en otra persona, menos en nosotros mismos, porque el orgullo se esconde en lo profundo del corazón.
El apóstol Pablo escribió: «Vestíos, pues… de humildad, de mansedumbre, de paciencia…» (Colosenses 3.12). La humildad encierra una actitud mental que hay que aprenderla, empezando por reconocer nuestras propias debilidades. La humildad no es cobardía, ni debilidad, pero el orgullo sí manifiesta debilidad; pues el desarrollar humildad requiere valor y fortaleza.
La verdadera humildad hace que la persona sea prudente y apacible, no busca el reconocimiento y el aplauso, no atrae la atención a sí mismo, ni a sus aptitudes, no está por encima de los demás sino que su vida la entrega para servir.
¿Cómo ve Dios a los humildes? Cuando Dios envió al profeta Samuel a buscar rey de Israel entre los hijos de Isaí, pensó que Dios había escogido a Eliab para ser rey de la nación hebrea, uno de los hermanos de David. Pero Dios le dijo: «No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón». El escogido por Dios fue David, un hombre fiel y humilde, pues Dios se opone a los altivos y orgullosos, pero da gracia inmerecida a los humildes.
Jesús dijo: «El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Y vemos que la noche antes de ir a la cruz, Jesús lavó los pies a los apóstoles, y así hizo un servicio que solo lo hacían los esclavos. La Biblia dice en Filipenses 2:9-11: «Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre».
Hermano solo se aprende humildad caminando con Jesús, por lo tanto acepta en tu corazón a aquel que dijo: aprended de mí que soy manso y humilde de corazón: a Jesucristo el Salvador.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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