Sirviendo para ser sal y luz
2017-04-23
1. Oración inicial
Dios de luz, quiero glorificarte, lléname de tu amor de manera que pueda iluminar el camino de quienes tropiezan en la oscuridad y dar aliento y vida con tu Palabra, a los que están desanimados. Que mi testimonio sea esa sal y luz que este mundo necesita. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” Mateo 5:14-16
3. Reflexiona
El evangelio es práctico: dice cómo debemos vivir en la tierra, cómo relacionarnos con nuestro Dios y con los demás. Dios nos llama a servir como sal y como luz en este mundo.
La sal cumple varias funciones: purifica, cura, preserva, da sabor y despierta sed. Nuestro testimonio debe producir estos efectos. Debemos ser una influencia que purifique el medio que nos rodea. Debemos curar las heridas de los afligidos y enfermos, dar sabor a los desalentados y sin propósito, despertar la sed espiritual de los que están en pecado, separados de Dios. Preservar lo puro y santo en medio de la sociedad en que vivimos.
La sal que se usaba en el primer siglo era sacada del mar Muerto y tenía una mezcla de varios minerales, se podía diluir en el agua y perderse. También la iglesia o cada creyente puede perder su salinidad cuando no vive una vida santa, cuando vive de apariencias y pierde de vista su propósito que es glorificar al Señor Jesucristo con todo su ser.
También estamos llamados a mostrar nuestra luz al mundo y a la vida de otras personas. Cuando nos encontremos con alguien que esté deprimido o desalentado o que ha perdido la esperanza, tenemos la oportunidad de compartir la luz del amor de Cristo. Cristo es la luz del mundo y en la medida que el more y reine en nuestras vidas, podemos esparcir su luz. Nosotros debemos reflejar su luz. Para esto debemos cultivar una relación vital con Él, viviendo diariamente en comunión.
Cuando la luz está encendida debe colocarse en un lugar alto y visible, como una ciudad asentada sobre un monte. Es absurdo encender una lámpara para iluminar la oscuridad y luego esconderla para que su luz no se vea. Así nosotros debemos vivir delante del mundo, nuestras vidas deben ser visibles a todos de manera que puedan ver reflejado a Cristo, ver su poder y sus bendiciones en nosotros.
Nuestra motivación debe ser glorificar a Dios con nuestra vida transformada, obrando en favor de otros, con todo poder, todo amor, toda bondad y toda misericordia.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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