Sin tu presencia no haré nada
2016-08-05
1. Oración inicial
Señor, gracias por el regalo de tu presencia, por ese Espíritu Santo que mora dentro de mí. Lléname y sáciame de tu poder y abre mis ojos espirituales para ver lo que tú quieres que haga cada día. Tu Palabra dice, que todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”, Éxodo 33:14-15
“Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida. Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino. Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea”, Hechos 8:26-39
3. Reflexiona
Moisés llegó a amar la presencia de Dios, más que cualquier cosa. Esa era su seguridad y debe ser la nuestra. Uno de los beneficios de ser cristianos, es que su presencia está en nosotros a través de su Santo Espíritu. Pero debemos anhelar la llenura de esa presencia en nuestra vida. Sólo así podremos movernos en la dirección del Espíritu Santo. Cuando Dios está al frente de nuestras vidas, como poderoso gigante, no sabemos exactamente lo que va a suceder. Él es el que nos dirige y cada movimiento del Espíritu Santo nos llevará a ver milagros señales y prodigios.
Felipe era un hombre rendido al Espíritu Santo, lleno y controlado por Él y la presencia de Dios estaba con él. Por eso, no le importó ser sacado de su comodidad, y ser llevado camino al desierto. Dejó las multitudes y se dirigió a donde el Espíritu le decía. El secreto del éxito para nuestras vidas es seguir la dirección de Dios. Felipe no solo evangelizó al etíope, sino que fue transportado por el Espíritu Santo, a Azoto y otras ciudades, lugares donde Dios quería que se testificara del evangelio.
La única manera de que la presencia de Dios nos guíe es cuando nuestras vidas están llenas de humildad y totalmente rendidas a Él. No hagamos nada hasta no estar seguros de que es la presencia de Dios las que nos guía a hacerlo. Todos tenemos el poder del Espíritu Santo, debemos conocerlo y usarlo. Anhelemos su presencia, en nuestra vida, en nuestra iglesia y sigamos fielmente su dirección.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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