Sin miedo a nada
2016-09-16
1. Oración inicial
Amado Señor, quiero descansar en tu perfecto amor, en medio de la turbulencia de mi vida, ayúdame a escuchar tu voz que me dice: “calla, enmudece, ten calma” y a confiar plenamente en tu poder. Dame fe para creer que estás presente en mi vida cualquiera que sea mi situación y que nada se escapa de tu mano. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?”, Marcos 4:35-41
3. Reflexiona
En estos tiempos de tanta violencia y confrontación ente países, entre pueblos y aún entre familias, todos los gobiernos hablan de paz. La verdadera paz no se construye a través de acuerdos y pactos entre hombres. La biblia nos dice que la verdadera paz debe nacer en el interior de los hombres. Esto solo se logra si recibimos a Cristo en nuestro corazón.
Hay dos tipos de paz: La paz como fruto natural cuando recibimos a Cristo. Como dice Romanos 5:1 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” Y la paz sobrenatural, aquella que nos acompaña en nuestra experiencia de comunión diaria con el Espíritu Santo.
Todos los seres humanos necesitamos reconciliarnos con Dios. Cuando nuestro malvado corazón es como un mar tempestuoso, cuando no encontramos reposo de nuestras aflicciones, cuando nos gobiernan nuestras pasiones y nos atormentan nuestros pecados, cuando los ruidos del mundo, los pleitos y contiendas, nos atemorizan. Necesitamos la voz firme, pero calmada de nuestro Salvador que nos diga: “calla, enmudece, ten calma, ¿por qué estás así de amedrantado?”.
El temor más grande que puede aterrorizar nuestro interior, es cuando estamos separados de Dios. Sin su amor, sin su protección, sin su dirección, seremos como un barco a la deriva. Sólo la fe en nuestro Redentor puede vencer el miedo. Sólo su perfecto amor puede echar fuera el temor. A los discípulos les atemorizó una tormenta física, pensaron que Jesús no se estaba preocupando por lo que pasaba. ¿Pero que podemos decir de las tormentas de la vida, que nos provocan gran ansiedad? Cualquiera que sea nuestra situación podemos tener dos posiciones: Una es la “falta de fe” y pensar que a Jesús no le importa lo que nos está sucediendo. La otra es “confiar totalmente” en la soberanía de Dios sobre nuestras vidas, creyendo que Él está actuando en medio de nuestras tormentas y se preocupa de cada uno de nuestros asuntos.
Cuando el pánico frente a las circunstancias quiera esclavizarnos, es el momento de confesar nuestra necesidad de Dios y confiar en que Él cuidará de nosotros. Recordemos que el poder de Cristo se aplica a cualquier situación, un poder que está presente y activo todos los días. No temamos, Él ha prometido que estará con nosotros hasta el fin del mundo.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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