Si oramos bien, todas nuestras peticiones serán oídas
2019-06-24
1. Oración inicial
Amado Dios, examina mi corazón y no permitas que ningún sentimiento negativo se anide en él. No quiero que el pecado haga división entre nosotros dos, que voltees tu rostro para no oír mis peticiones. Deseo acercarme a ti con un corazón contrito y humilde, reconociendo mi culpa; límpiame y perdóname Señor. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”, Santiago 4:1-3
3. Reflexiona
Muchas veces oramos y no recibimos respuestas, quizás estamos orando equivocadamente. No pedimos para hacer la voluntad de Dios sino para satisfacer la nuestra. Cuando oramos guardando en nuestro corazón sentimientos que no agradan al Señor como la codicia, la envidia, el resentimiento, la venganza, el rencor, la falta de perdón, la ira, la mentira, la crítica, la murmuración, el odio etc. Él no escucha. Estos sentimientos son como comejenes que carcomen nuestra relación con otros y por ende rompen nuestra comunión con Dios.
El pecado es la primera causa que hace que Dios cierre sus oídos a nuestras peticiones, Él siempre está dispuesto para los que le buscan con un corazón humilde, contrito y humillado. Ninguna oración puede ser efectiva a menos que confesemos nuestros pecados y perdonemos a los demás. Isaías 59:1-2 “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.
Las causas de nuestras contiendas tienen origen en nuestro interior, vienen de nuestros propios conflictos que se desbordan en pasiones, guerras, pleitos con otras personas. Trae una lucha en nuestra propia alma y con el Espíritu de Dios.
Dice el apóstol Santiago: “codiciáis”. Él habla aquí del deseo de poseer con la mente y el corazón algo que no podemos y nos devastamos y oprimimos por la envidia. Esto hace caer a muchos en acciones violentas. “Mataís y ardeís en envidia”; ya no sólo es el deseo sino la acción descontrolada de un individuo contra otro. La petición de los injuriosos, homicidas y contenciosos no es reconocida por Dios como oración.
La oración que Dios promete contestar es sólo la que se hace con un buen espíritu, con una buena intención, con un corazón limpio, lleno de amor y perdón.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
Puedes compartir este devocional en Facebook, Whatsapp, Twitter y LinkedIn