Sed agradecidos. 2 parte

Amado Dios, mi alma te glorifica y te alaba, con acción de gracias por tantas bendiciones que he recibido de ti, has abierto tu mano para colmarme de favores, aún sin merecerlos. Gracias Señor, amén.

«Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos», Colosenses 3:15.

Muchos somos agradecidos un día al año, por ejemplo en días especiales, pero pasan y volvemos a la ingratitud. Sin embargo, Dios quiere que seamos agradecidos todo el tiempo, en todas las cosas.
Los creyentes no tenemos excusa alguna para albergar ingratitud, debemos expresar agradecimiento por todo. No importa qué luchas o pruebas pasemos, Dios nos manda a encontrar razones para agradecerle siempre. Esa es su voluntad.

Cuando Pablo describe la vida llena del Espíritu del creyente, él dice: “…hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:19-20).

Agradecer es un acto de adoración. La gratitud sale de un corazón gozoso, doblegado ante Dios, que reconoce que es la fuente máxima de bendición. El ser agradecido va más allá de las circunstancias, del dolor o la escasez, se ve el plan de Dios como perfecto y se recibe con agrado la soberanía de Dios.

El cristiano agradecido recuerda que el dolor perfecciona, confirma, fortalece y establece, como lo afirma su Palabra: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:10). Ése es el tipo de gratitud que Dios quiere.

En resumen, Dios quiere que seamos agradecidos en todo porque la gratitud es la máxima expresión de un corazón regenerado.