Santo, Santo, Santo
2019-07-30
1. Oración inicial
Ante tu grandeza y santidad Señor, me muestras quién soy realmente y sé que soy un pecador que necesito de tu perdón y que limpies mi corazón. Quiero permanecer delante de ti, por eso ayúdame a ser firme ante la tentación, a estar humillado en tu presencia y a recibir la dirección de tu Espíritu para caminar cada día en santidad. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”, Isaías 6:1-5
3. Reflexiona
En este pasaje el profeta Isaías plasma en palabras la visión que tuvo de la santidad de Dios. Y la descripción es tan majestuosa que estalla en una sublime adoración: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” Isaías 6:3, pero también ante este cuadro de esplendorosa santidad exclamó: “¡Ay de mí! que soy muerto”. Es el contraste entre la perfección de Dios y la imperfección de nuestra naturaleza humana.
Generalmente Dios por medio de su Espíritu Santo va mostrándonos poco a poco áreas de pecado en nuestras vidas, pero en la experiencia del profeta, Dios le reveló todos sus pecados de una sola vez, esto lo llevó a sentirse como muerto y a humillarse totalmente en su presencia para ser limpio. Isaías había visto la santidad de Dios y esa visión no solo le mostró lo que era el Altísimo, sino también lo que él mismo era.
Isaías era considerado entre sus contemporáneos como un hombre íntegro, justo y era respetado por su virtud. Pero cuando él dio un breve vistazo al Dios Santo, todo su interior estuvo expuesto y desnudo bajo la mirada de Él. Al medirnos con esa norma suprema debemos entender que no le damos ni en los talones, todo nuestro ser se siente aniquilado moral y espiritualmente. ¿Quién podría sobrevivir ante la santidad de Dios?
Sólo al estar escondidos en Cristo podemos mantenernos delante de Dios. Porque Jesús nos ha lavado, nos ha redimido y nos ha cubierto con su sangre, entonces nuestro Dios Santo nos ve a través de Él y nos ve como Él. Hemos sido separados para Dios y para su gloria, y aunque nuestra santidad nunca podrá aproximarse a la de Dios, debemos esforzarnos por ser santos como dice 1 Pedro 1:15 “sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”
Pidamos al Señor que empiece a limpiar nuestras vidas y nos propongamos la meta de ser santos hoy y cada día.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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