Renovando mi llamado
2023-04-04
1. Oración inicial
«Señor Jesucristo, hoy estamos en las mismas condiciones que en tiempos del profeta Jeremías, debo predicar el evangelio a una generación que va rumbo a la destrucción, pero no puedo dejar de hacerlo. Tú vienes por segunda vez a reinar y a juzgar a las naciones, renueva mi llamado, ayúdame a compartir tu evangelio, aviva el fuego de tu Espíritu en mí, para que lleve a los que me rodean al arrepentimiento y muchos sean salvos. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Apocalipsis 3:15-16.
“Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar”, Jeremías 1:9-10.
3. Reflexiona
Si alguna vez hemos tomado agua tibia sabemos lo desagradable que es. Así se vuelve la iglesia de Cristo cuando cae en tibieza espiritual. Somos tibios cuando nuestra posición como cristianos no es firme, por ser indiferentes a las necesidades de las personas, por no llevar el mensaje de Cristo a este mundo perdido. El corazón de la iglesia se endurece, se llena de orgullo y se siente satisfecho sirviendo a Cristo a medias, nos volvemos cristianos solo de nombre y en última instancia, nos lleva a la decadencia espiritual. El Señor Jesús nos está llamando a renovar nuestra fe y avivar el fuego de su Espíritu en nuestros corazones.
A Jeremías se le llamó el profeta del corazón quebrantado, tuvo que vencer muchos obstáculos para poder cumplir con su llamado: 1) El temor: el Señor le dijo que no estaba solo, que Él lo libraría, Jeremías 1:8. 2) Sentirse incompetente: el Señor le dijo que había colocado sus palabras en su boca, Jeremías 1:9. 3) El rechazo: ya que fue un ministerio difícil, porque las personas no lo querían escuchar, Jeremías 11:19.
A pesar de lo anterior, Jeremías no renunció a su llamado y dijo: “porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”, Jeremías 20:8-9. A pesar de todo lo que estaba sintiendo y su deseo de claudicar, su corazón estaba encendido por la presencia de Dios, esto le permitió seguir adelante.
Estamos viviendo una época muy parecida a la de Jeremías, las naciones se conducen al desastre, están llenas de corrupción, odio y violencia; y Dios ha sido dejado totalmente fuera de escena; y cuando los que no creen lo mencionan lo hacen con ironía y desprecio, por eso debemos aprender del profeta, aunque nos sintamos marginados, con desánimo y frustración.
La Biblia nos dice en 1 Juan 4:4: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”. Avivemos la fe, primero recordando que también fuimos escogidos desde antes de la fundación del mundo con un propósito; conscientes de que el Todopoderoso está con nosotros y que el Espíritu Santo hablará por nosotros, Lucas 12:12; la obra no será fácil, pero hay que arrancar, destruir, arruinar y derribar todo lo que se levante en contra del evangelio de Cristo y poder así, edificar, plantar el reino de Dios en esta tierra. Como Jeremías, pidamos que el fuego de su Espíritu se avive en nuestro corazón, apoyémonos en la Palabra de Dios, porque el Señor es fiel a ella y la cumplirá por encima de cualquier cosa, para llevar a cabo su plan de salvación para esta humanidad.
Digamos como Jeremías “había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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