Renovación

Gracias Señor porque he sido creado nuevamente en mi interior, de acuerdo a tu imagen, a tu justicia y santidad, para andar conforme a tu verdad y no siguiendo mis deseos egoístas. Anhelo mi Señor agradarte en todo y asumir mi posición como hijo de Dios en Cristo. Amén.

“Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.” Marcos 2:21-22

No se trata de ser el mismo viejo hombre con los mismos malos hábitos pero con nuevas cosas. Todo lo contrario, en la Palabra de Dios se nos enseña a abandonar completamente al viejo hombre, al despojarnos de la vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la tendencia a pecar y el engaño; es decir, no dejar que los malos deseos dirijan nuestra manera de vivir, sino que al contrario sea el Espíritu de Dios quien nos guíe y renueve nuestros pensamientos y nuestras actitudes. (Efesios 4:22-23).
De esto se trata , de caminar no por nuestra cuenta, sino con la guía del Espíritu, asumiendo o colocándonos en la posición que corresponde, en nuestra identidad verdadera, la de un hombre creado nuevamente por Dios en justicia y santidad. (Efesios 4:24).

Dios anhela bendecirnos grandemente, pero sabe que si nuestro interior no está preparado, no podrá contener lo que Dios derrame en nosotros, sería como echar ese vino nuevo, en un corazón con orificios, el vino se derramaría.
Necesitamos por lo tanto, una renovación verdadera y sincera, aceptar lo que somos en Cristo y andar como es digno del Señor, agradándole en todo, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios (Colosenses 1:10).

Reflexionemos en qué aspectos no nos estamos comportando como es digno del evangelio de Cristo, examinando qué es lo que agrada al Señor (Filipenses 1:27, Efesios 5:1) y renovemos nuestra vocación, a la que hemos sido llamados con llamamiento santo; sigamos las instrucciones bíblicas acerca de la manera en que debemos andar y agradar a Dios. (1 Tesalonicenses 4:1).