Reavivados por tu Palabra
2021-05-19
1. Oración inicial
«Amado Dios, que los dichos de mi boca sean gratos delante de ti. No quiero ser descuidado al hablar, porque sin querer, puedo lastimar a otras personas, al hacerlo sin pensar, o llevado por el enojo, puedo responder mal y quebrar relaciones, crear conflictos, causar divisiones y ofender a mi prójimo. Dame tu Sabiduría y tu Palabra, para poder tratar a otros como tú lo harías Señor, con bondad y gentileza. En Cristo Jesús. Amén»
2. Lee la palabra de Dios
“Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Mateo 4:4
“Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos”. Proverbios 16:24
3. Reflexiona
Esta declaración de Jesús es también nuestra necesidad diaria, porque para vivir necesitamos ser reavivados por su Palabra. Necesitamos alimentarnos de ella para que el Señor abra tanto nuestra mente como nuestro corazón y así percibir su mensaje a fin de aplicarlo a nuestra vida. Tenemos que llegar a entender que no es lo que yo opine de mí mismo, mis motivaciones e intenciones, lo que me hacen grato delante de Dios, sino lo que Dios dice en sus mandamientos.
En el Salmo 119:103 dice: “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca”. La Palabra de Dios es más dulce que la miel, es la Palabra del Dios amor, que creó todas las cosas, que restaura, que nos cambia de adentro hacia afuera, que nos hace ver las cosas diferentes y nos empodera.
Y hoy se nos hace una advertencia sobre la manera cómo debemos hablar, porque las palabras amables se comparan aquí con la dulzura de la miel y son las que suavizan el alma y sanan el cuerpo. Lo que nos decimos a nosotros mismos o a otras personas puede producir este efecto; si son palabras guiadas por Dios, pueden edificar y tienen el potencial para hacer el bien, no solo al alma, sino al cuerpo de una persona. ¿Pero qué tal que por nuestras palabras otros estén abatidos emocionalmente o enfermos en su cuerpo?
En Colosenses 4:6 dice: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. Nos enseña cómo debemos responder a otros. Podemos traer vida o muerte como dice Proverbios 18: 21 “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos”. Podemos edificar o destruir, traer alegría o añadir tristeza; por eso, es una gran responsabilidad cristiana aprender a hablar a nuestro prójimo, con la Sabiduría de Dios.
Unas palabras llenas de amargura no sólo contaminan el ambiente, sino que obstaculizan la gracia de Dios sobre nuestra vida y la de otros. Como dice Hebreos 12:15 “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”.
Hoy hagamos el compromiso de hablar con consideración y respeto, dándole valor a los demás, especialmente a los que viven con nosotros, que quizás por conocerlos, nos dirigimos a ellos sin compasión. Pidamos al Señor que nos guarde de pecar con nuestra boca.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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