Queremos estar cada día en tu presencia
2022-07-22
1. Oración inicial
«Señor, enséñame a ir siempre a tu presencia, al monte, para buscar el reposo y la serenidad que necesito para tomar decisiones correctas en mi diario caminar. Quiero experimentar la dicha de ser bienaventurado. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
«Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo
Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.» Mateo 5:1-12.
3. Reflexiona
Jesús siempre apartó tiempo para orar y buscar el rostro de su Padre, para saber qué decisiones tomar en su ministerio terrenal. Nosotros debemos aprender lo mismo; antes de iniciar nuestras actividades, necesitamos entrar en la presencia de nuestro Dios y aquietar nuestra mente y corazón.
Dice que estando entre la multitud «vinieron a Él sus discípulos y Él empezó a enseñarles». Un seguidor es simplemente un espectador de lo que Dios hace, pero un verdadero discípulo es el que sube al monte, escucha lo que Jesús dice y actúa como un ciudadano del reino de los cielos, intentando, en el poder del Espíritu, acercar este reino a los perdidos.
No podemos ser bienaventurados (felices) en este mundo, a menos que busquemos a Cristo y permitamos que su palabra gobierne nuestra vida. En el monte, Él le enseñó a sus discípulos cuál era el bien que debían buscar, el mal que debían aborrecer y qué debía abundar en su corazón. Si queremos vivir para Dios, debemos estar dispuestos a pagar el precio de ir en contra de la corriente de este mundo; debemos estar dispuestos a dar, cuando todos quitan; amar cuando todos odian; ayudar cuando todos abusan; implica seguir a Jesús a cualquier costo.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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