¿Quejarse u orar?
2018-01-05
1. Oración inicial
Amado Dios, nunca permitas que pase tiempo sin buscar tu perdón, afectando mi relación contigo. Quiero desnudar mi corazón delante de ti y confesar mi pecado. Déjame experimentar tu paz y el gozo de la reconciliación. Amén
2. Lee la palabra de Dios
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado”. Salmo 32:1-5
3. Reflexiona
Cuando nos enfrentamos adecuadamente al pecado permitimos que la Palabra de Dios nos examine y nos corrija. Esto trae paz a nuestro corazón y gozo al experimentar el perdón amoroso de nuestro Padre. Contrario es cuando tratamos de ocultar el pecado, vendrán sentimientos de angustia y depresión que pueden llevarnos a la sequía espiritual, a caer más profundo de lo que estamos. El salmista nos motiva a confesar y descubrir nuestra iniquidad al Justo, sabe que esta actitud de arrepentimiento trae felicidad y paz al reconciliarnos con Dios.
“Se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día”, estas palabras nos recuerdan al que ha pecado y se queja por su condición, pero no hace nada el respecto. Esta cargado de culpabilidad y se olvida de lo más importante: orar.
La oración de arrepentimiento es suficiente para solucionar nuestra separación con Dios por causa del pecado, su corazón siempre está dispuesto para escuchar y perdonar porque Él es misericordioso y bueno. Reemplacemos las quejas por confesión.
La respuesta inmediata de Dios es más grande que el problema del pecado, su anhelo es que restauremos lo más pronto nuestra relación con Él, que ha sido quebrantada. La oración es la solución.
Cuando obedecemos conscientemente la Palabra de Dios se vuelven realidad los versos del 7-9 del salmo: “Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás. Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, Que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti”. Él nos rodea de su favor, su enseñanza no es una amenaza, sino la promesa de un constante cuidado sobre nosotros buscando bendecirnos y anhelando que le correspondamos con una obediencia amorosa y no por la fuerza como el caballo o mulo sin entendimiento.
No vale la pena postergar la confesión y el arrepentimiento.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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