Nuestra mirada en la cosas celestiales
2022-09-23
1. Oración inicial
«Padre, quiero vivir colocando mi mirada en las cosas celestiales, no dejando que ni los problemas, ni el pasado, ni las distracciones del mundo me desubiquen de mi posición en Cristo Jesús. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” Lucas 9:62.
“El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará” Eclesiastés 11:4.
3. Reflexiona
Es increíble cómo las cosas materiales y temporales nos pueden distraer de las cosas eternas y celestiales, que son mucho más gloriosas e importantes. En esta distracción perdemos fuerza, tiempo, propósito y bendición anhelando cosas que se desgastan por el uso, dejando las cosas del reino de Dios y su justicia en último lugar.
Las cosas del mundo son como aquel oropel que brilla pero no es oro, no tiene valor, pero nos puede entretener y adormecer; en contraste, el reino de Dios es aquel tesoro que un hombre al encontrarlo va y vende todo lo que tiene con tal de poseerlo (Mateo 13:44). Este tesoro invaluable, lo recibimos al creer en Cristo, al aceptar su Palabra de verdad en nuestro corazón.
Para disfrutar de este tesoro estamos llamados a fijar nuestra mirada en las cosas de arriba (Colosenses 3:2), y dejar de mirar hacia atrás, hacia el pasado, esto significa colocar como prioridad a Cristo, sus promesas y su gran amor; de esta manera nos lo dice la escritura “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18).
Esto implica para nuestro diario vivir, seguir avanzando en el conocimiento de Cristo y su Palabra, en persistir en aquello para lo cual fuimos llamados, como nos enseña el apóstol Pablo en Filipenses 3:12-14:
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
Cristo ya nos llamó y nos salvó, pero es nuestra vocación de vida, persistir en sus enseñanzas para comunicar este mensaje a los perdidos. Si nosotros no procuramos tomar del buen tesoro de nuestro corazón y usarlo para que otros vean la gloria de Dios en nosotros, ¿cómo creerán aquellos que no conocen el reino de Dios?
Así que procuremos estar firmes en nuestra vocación y elección para no seguir entretenidos en la dinámica del mundo, sino mejor estar en el ámbito del reino de Cristo (2 Pedro 1:10).
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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