No estamos solos
2017-04-21
1. Oración inicial
Amado Jesús gracias porque cumpliste tu promesa, no la rompiste, ni la olvidaste. Ascendiste al cielo y no me dejaste solo, enviaste a ese gran Ayudador, al gran Consolador, para llenar mi vida de tu poder, para vivir en victoria, dependiendo de tu presencia. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán Hechos 2:16-18
3. Reflexiona
Las palabras de Joel nos hablan del Espíritu Santo Prometido y de la Palabra de Dios y hay una maravillosa unidad entre ambos. Cuando predicamos o enseñamos la Palabra de Dios abrimos la puerta para que el Espíritu Santo haga su tarea. Dice que Él nos guiará a toda la verdad. Él es el maestro por excelencia. Y no solo eso fue el que inspiró a los hombres que escribieron la Biblia. Pedro lo afirma en 2 Pedro 1:21 “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.
Los tiempos mesiánicos anunciados por Joel, llegaron cuando el Espíritu Santo en Pentecostés fue enviado a la iglesia y esta fue la consumación del ministerio de Cristo. Por la humanidad de Jesús es como Dios nos da su Espíritu y para ello era necesario que esa humanidad entrara en la gloria del Padre, con la ascensión.
El Mesías entronizado cumple su promesa de no dejarnos solos, sino de enviar al Consolador. Juan 16:7 “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré”.
Los cielos se abrieron en el bautismo de Jesús y ahora se han abierto en el Pentecostés, para que su Espíritu descienda sobre los creyentes y venga a morar en ellos, judíos y gentiles de todos los tiempos, que han depositado su fe en Jesús.
Ahora más que nunca en estos tiempos finales, la señal más evidente es el derramamiento del Espíritu Santo en la iglesia de Cristo, capacitándola, santificándola, para su Segunda Venida. Sólo Él puede ayudarnos a vivir una vida cristiana victoriosa, permitiendo que a través de su Presencia, tengamos la plenitud y el señorío de Cristo en nosotros y así poder ver cumplida su promesa cuando dijo: “no os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.
Estas son las buenas nuevas; ya no esperamos al Espíritu Santo; el Espíritu Santo nos espera a nosotros. Ya no vivimos en la era de la promesa; vivimos en los días del cumplimiento. Lo más glorioso es saber que el Consolador está presente hoy en día con todo su poder, en cada verdadero creyente. Es el único que puede cambiar y transformar realmente nuestras vidas y usarnos para llevar su Palabra a todo lugar.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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