Líder, creced. Parte 3

Amado Padre Celestial, hoy te ruego: crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Señor dame un corazón entendido, y afina mis oídos para adquirir inteligencia de la que proviene de tu boca. Hazme sabio y entendido. Gracias Señor. Amen

“El corazón del entendido adquiere sabiduría; y el oído de los sabios busca la ciencia”

Se cuenta que dos hombres fueron a cazar. De repente, uno de ellos se cayó al suelo, parecía no respirar y se le pusieron los ojos en blanco. El compañero sacó el teléfono móvil y llamó a los servicios de emergencia. Azarado, le dijo a la operadora: ‘¡Roberto está muerto! ¿Qué puedo hacer?’ La operadora respondió: “Cálmese. Lo primero es asegurarse de que está muerto”. A eso le sucedieron unos momentos de silencio y luego se oyó un disparo. El hombre volvió a tomar el móvil y dijo: ‘Vale, ya está muerto. ¿Qué hago ahora?’ Cuando estás bajo presión, tal vez no escuches lo que se está comunicando, y las consecuencias pueden ser nefastas.
Unas pautas para evitarlo:
1) Para poder dirigir a otros, primero tienes que comprenderlos y conocer lo que hay en el corazón humano. Es fundamental ser sensible a las aspiraciones y los anhelos de las personas si quieres relacionarte adecuadamente con ellas y motivarlas.
2) Si escuchas, evitarás que los problemas se agraven. Los buenos líderes están atentos a las pequeñas cosas. Hacen caso a su intuición, percibiendo no solo lo que se dice sino también lo que no se dice. Están seguros de sí mismos, lo suficiente para pedir que se les evalúe y no ponerse a la defensiva cuando reciban algún tipo de evaluación.
3) Saber escuchar facilita la confianza. El mayor error que se puede cometer cuando se trata de convencer a alguien es expresar, por encima de todo, las propias opiniones y sentimientos. Las personas quieren ser escuchadas, respetadas y comprendidas. Si se dan esas tres cosas, estarán mucho más abiertas y motivadas a aceptar el punto de vista del otro.