La oración: una ventana a la eternidad
2022-10-02
1. Oración inicial
«Padre eterno, quiero acercarme a ti sin timidez, confiadamente, con valentía y audacia y decirte igual que Jesús, “pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Ayúdame a pedir más allá de mis deseos, que mi oración no sea una rutina sentimental cada mañana, sino que pueda orar por este mundo perdido, reclamándolo para ti y disponiéndome a negarme a mí mismo, tomar la cruz y seguirte para cumplir tus propósitos, amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Lucas 22:41-42
3. Reflexiona
Esta oración que Jesús hizo en el huerto de Getsemaní, fue una oración de sumisión absoluta a la voluntad del Padre. Las oraciones que mueven a Dios, generalmente son las más sencillas, auténticas y sentidas, pero no necesariamente las más seguras. Jesús aquí está orando más allá de lo seguro, lo cual implica salir de la zona de confort con Dios y orar de manera tal, que nuestras oraciones nos ayuden a entender el amor de Dios por este mundo perdido.
El Señor nos llama a una vida de fe, no de comodidad, por eso debemos atrevernos a orar como Jesús y poder decirle al Padre: “pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. En lugar de pedir por una vida más segura, fácil y libre de estrés, el Hijo del hombre, en su humanidad, nos reta a amar a otros más que a nosotros mismos; en vez de complacer solo nuestros deseos personales, nos llama a negarnos a ellos por lo eterno; en lugar de vivir lo que queremos, nos desafía a no pensar en nosotros mismos, cargar la cruz y seguirle. Recordemos Mateo 16:24 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”.
Como cristianos, no podemos pretender vivir en esta tierra insensibles a la realidad que nos rodea; estamos en un mundo en conflicto, que sufre y está siendo consumido por el pecado y que necesita de la luz de Cristo. Por eso, nuestras oraciones no pueden ser tibias y egoístas, buscando solo nuestra satisfacción personal, sino que debemos orar desafiantemente reclamando las almas perdidas que el enemigo tiene cautivas y llevarlas al conocimiento de Dios. Nuestra oración debe ser una ventana a la eternidad.
Jesús no solo retó a otros a renunciar a su propia voluntad, también vivió una fe peligrosa, ya que tocó a los leprosos, mostró su gracia a las prostitutas y publicanos, quienes eran despreciados socialmente, se mantuvo firme ante el peligro y nos dijo “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre” Juan 14:12. Podemos hacer lo que Él hizo y aún más; atrévete a orar pidiendo hacer su voluntad y no la tuya.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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