La locura de la predicación. Parte 1

Señor Jesus hoy reconozco que sin ti no puedo vivir. Me arrepiento de mis pecados, reconozco que es por la cruz que soy salvo, y hoy quiero que vengas a mí y seas mi Señor. Anhelo servirte, límpiame y sálvame Señor. Amen.

«Cristo, poder y sabiduría de Dios Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.», 1 Corintios 1:18-31

Nada tiene en común la fantasía del hombre, su pensamiento limitado e imaginativo con negar algo que históricamente, científicamente y antropológicamente puedes conocer e investigar en la Biblia por ti mismo. La verdad, el conocimiento y la sabiduría de Dios se revela a través de la persona de Jesucristo. Si te atreves a permitirle que entre en tu vida y tu corazón, podrás entender lo que nuestra mente limitada no entiende: Su gran amor.
La Palabra de Dios ha predicho claramente sin interpretaciones ambiguas toda la historia de la humanidad, el nacimiento de todos los pueblos en el Génesis, imperios y gobiernos en el libro de Daniel y los profetas,  y el camino de salvación en los evangelios. Sin embargo por mucho esfuerzo que hagamos en nuestra mente limitada, Dios quiso darse a conocer no a través del intelecto y la razón humana, sino a través de un madero. Esto lo estudiamos en 1 Corintios 1:21, donde enseña la Palabra que el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría o el intelecto humano sino mediante «la locura de la predicación». ¿Quién está verdaderamente loco? Si somos nosotros por anunciar la verdad, la salvación eterna y el camino real y de vida, diferente al camino que ofrece al mundo de felicidad aparente y temporal, ¡bendita sea esta locura!