La justicia de Jesús
2017-05-11
1. Oración inicial
Gracias amado Jesús por redimirme con tu sacrificio en la cruz y darme una nueva oportunidad de vida. Lléname de tu amor y compasión para no juzgar a los que me rodean, sino compartirles de ti, dándoles la oportunidad de que te conozcan y puedan cambiar sus vidas. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Juan 8: 3-11
3. Reflexiona
Jesús dijo a la mujer: “¿Note ha condenado nadie?” “Nadie, Señor” -contestó ella. Y Jesús le dijo-: “Entonces, Yo tampoco te voy a sentenciar ahora. Ve, y empieza tu vida de nuevo, y no peques más.”
Como Agustín expresó “Quedaron solos una gran miseria y una gran misericordia”.
Jesús fue justo y no cedió a la tentación que estaban tendiendo los escribas y fariseos y que echaría por tierra la piedad de nuestro Señor. El principio de Jesús fue claro, solo una persona sin falta podía emitir un juicio sobre otro; por eso en Mateo 7:1 dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. Cuando juzgamos, nos exponemos a ser juzgados en la misma medida. También dijo que el que juzga a su hermano, primero tiene que ver la viga que hay en su propio ojo, antes de mirar la paja en el ojo del otro.
Los fariseos querían ejercer su poder, condenándola. Jesús quería ejercer su poder, perdonándola. Él la miró con una compasión nacida del amor, mientras los otros, la miraban con repugnancia nacida de un sentimiento de propia justicia. Esta es una de las faltas más frecuentes en que caemos como seres humanos. No somos perfectos y exigimos a otros, lo que nosotros ni siquiera hacemos. Como Jesús la cualificación para juzgar no era todo el conocimiento que estaba en la Ley de Moisés, sino su bondad. Nuestra condición humana nos lleva a proclamar que el único que puede obrar justamente es Dios, por la sencilla razón de que el hombre no es lo suficientemente bueno para juzgar a otros.
La primera reacción cuando otros fallan, debería ser la compasión. Mostrar la misma misericordia compasiva que quisiéramos, si nos encontráramos en la misma situación. Jesús perdonó a la mujer, no juzgándola inmediatamente sino dándole la oportunidad de arrepentirse y cambiar de actitud, con la intención de que ella pudiera demostrar que podía ser mejor.
Con Jesús siempre hay una segunda oportunidad de redimirnos y comenzar de nuevo. Despojándonos de los errores y empezando otra vez a vivir conforme a la voluntad de Dios. Este es el verdadero evangelio. Jesús está interesado no solo en lo que hemos sido, sino en lo que podemos llegar a ser. Jesús nos hace hoy un desafío a través de este mensaje, una vida nueva sin pecado. Hoy tenemos que escoger; volver al camino peligroso donde estábamos antes, o seguir un nuevo camino con Jesús en santidad.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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