La ceguera del orgullo. Parte 1
2019-04-15
1. Oración inicial
Padre Amado, te pido la ayuda del Espíritu Santo para que me ilumine, me de sabiduría y veracidad, y pueda reconocer la altivez de mi corazón. Ayúdame a no buscar justificaciones a mis actos de prepotencia y arrogancia, ayúdame doblegar mi cerviz y depender absolutamente de ti. Tu eres mi Señor y mi Salvador, amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes», Santiago 4:6
“Ciertamente él escarnecerá a los escarnecedores, Y a los humildes dará gracia”, Proverbios 3:34
3. Reflexiona
El espíritu de orgullo viene desde que Satanás pecó y su corazón se enalteció en contra de Dios. Dice la Biblia: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran”. (Ezequiel 28.17-18). Por tanto, una persona que camina con orgullo, puede caer en cualquier pecado. El máximo grado del orgulloso es considerar que uno no le debe nada a Dios, que no necesita su ayuda en absoluto.
Desde ese entonces, la humanidad ha sido controlada e influenciada por el espíritu de orgullo, unos en mayor nivel que otros. Uno de los efectos que provoca la acción de este espíritu es la «ceguera espiritual», la cual se refleja en testarudez, y dureza de corazón y la única manera de vencer este espíritu de orgullo es con la ayuda de Dios, Jesús dijo “…porque separados de mí nada podéis hacer”.
El comienzo de la humildad es reconocer nuestras limitaciones, doblegar nuestra cerviz y decidir tener absoluta dependencia de Dios. Es reconocer que necesitamos establecer una relación personal con Cristo el Salvador, a través de la oración y su Palabra.
Ahora, si te cuesta trabajo someterte a Jesús, recuerda que: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes» (Santiago 4:6b). Todos anhelamos gracia y bendición, queremos el favor de Dios, entonces dejemos que Cristo impregne su carácter manso, humilde y apacible, caminemos en su presencia, abramos nuestro corazón para que Él habite en nosotros y que Él gobierne nuestra vida.
Finalmente, «Que vuestra belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios»(1 Pedro 3:4).
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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