La buena obra del Espíritu Santo
2016-01-06
1. Oración inicial
Soberano Dios, te ruego que jamás ignore la presencia de tu Santo Espíritu, tú lo prometiste y lo cumpliste, pues el Consolador mora en mí, mora en los creyentes, en aquellos lavados con la sangre del Salvador y sellados con las arras del Espíritu Santo. Gracias Señor. Amen.
2. Lee la palabra de Dios
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”
3. Reflexiona
Una de las promesas más preciosas del Señor Jesús fue en relación a la presencia del Espíritu Santo en el corazón del creyente y de la Iglesia. Jesús Iba a partir, pero el Espíritu había de venir para ser el compañero y consejero permanente de ellos, como Jesús lo había sido por sólo tres años.
El día de Pentecostés, el Espíritu Santo vino para morar en los creyentes. Ésta sería la nueva realidad de este período. El Consolador vendría para fortalecernos. Jesús se iba, pero enviaría al Consolador.
El Espíritu de Dios toma la Palabra de Dios y la enseña, y se la abre al creyente. El no creyente tiene que creer primero en Jesucristo como su Salvador. Luego, el Espíritu Santo morará en él.
El ser humano normal, el no creyente, en quien no mora el Espíritu Santo, no puede percibir ni ver la revelación de Dios, porque Él sólo puede ser visto y adorado en espíritu y en verdad. Es sólo mediante el Espíritu de Dios que estos ojos y oídos pueden ser abiertos para entender la Palabra de Dios. Así, el Espíritu Santo es el Maestro que nos guía a toda verdad. Sin Él, la Biblia llega a ser sólo un libro de Historia, un libro de hechos. El Espíritu Santo nos enseña las verdades de la Biblia.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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