2016-09-25
1. Oración inicial
Amado Jesús, gracias por amarme como soy, por acercarte a mí con tu Palabra de poder, para limpiarme de toda contaminación de pecado que me hacía aborrecible. Por querer tocar mi corazón y perdonarme. Ahora estoy agradecido y sólo deseo contar a otros de tu amor y de tu poder sanador. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos”, Lucas 5:12-14
3. Reflexiona
La lepra era un mal temido, porque era contagiosa y no había cura. Empezaba por un punto y desde allí se extendía por todo el cuerpo, era como morir en vida. El leproso tenía que ir gritando por todos lados “inmundo”, tenía que vivir solo, en un campamento a las afueras de la ciudad, se le excluía de la sociedad y se desterraba del hogar. No sólo traía consecuencias físicas al irse deformando su cuerpo, sino psicológicas. La sociedad los aborrecía y ellos empezaban a aborrecerse a sí mismos. El leproso que narra el evangelio, estaba lleno de lepra, tenía esa dolencia en alto grado, por eso se acercó con temor a Jesús, pensando que Él lo podría rechazar y por eso le dice; si quieres puedes limpiarme. Jesús dijo: QUIERO y lo tocó.
Jesús sigue diciendo quiero. Sabe que estamos contaminados por nuestra naturaleza de pecado y hoy quiere limpiarnos, liberarnos y sanarnos, pero para esto tenemos que acercarnos a Él. Cristo siempre nos tenderá su mano aunque estemos temerosos y avergonzados. Esto es lo que hacía y hace. Él puede perdonar lo imperdonable, tocar lo intocable para sanarlo y liberarlo, puede amar lo inamable.
El pecado nos hace intocables y repulsivos, pero por su inmenso amor Cristo fue a la cruz, para quitar toda la barrera que nos separaba de Dios. No hay nada que impida que Él nos toque para perdonarnos, liberarnos y sanarnos.
Quizás nos preguntamos ¿será que el Señor puede mirar a uno como yo? Sí, porque Él quiere aplicar su sangre preciosa para nuestra limpieza y salud. La lepra es como un símbolo del pecado: asqueroso, difusivo e incurable. Pero, Cristo se dispuso a morir para poder quitar el pecado del mundo. Sobre su cuerpo, en el madero cayó toda la inmundicia de nuestros pecados, y por sus llagas fuimos curados. ¿Qué necesitamos tan solo? Acercarnos con fe y humildad y escuchar las majestuosas palabras de Cristo: quiero, se libre, sano, limpio.
El Señor sellará con gusto la confesión que hagamos de tal poder, cuando digamos: “puedes limpiarme.”
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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