Heme aquí en la brecha

«Padre, aquí estoy en la brecha entre tu pueblo y tú, pidiendo para que ellos puedan conocerte y creer en la obra de tu Hijo Jesús, así como yo he tenido el privilegio de hacerlo. Amén.»

“Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él?” Génesis 18:23-24

Aquí vemos la reacción de Abraham ante la noticia que Dios le acaba de dar, Sodoma y Gomorra serán destruidas porque sus pecados se han agravado en extremo, esta noticia causa en Abraham una gran necesidad, interceder por aquellos justos que se pudieran encontrar en esos lugares. Vemos entonces cómo inicia pidiendo por cincuenta justos, quizás esa cantidad la haya, pero tal vez al meditar pensará: “el número puede ser muy alto” pues teniendo en cuenta el nivel de corrupción de aquellas ciudades no se logre encontrar esa cantidad, entonces decide poco a poco ir rebajando el número de justos, hasta llegar a concluir, que tal vez, se puedan encontrar tan solo diez.
¿Cómo Abraham puede ser tan insistente ante una petición? ¡Eso sí que es de admirar!; al vernos a nosotros mismos podemos pensar: “yo soy igual que él”, pues ¿cuántas veces le he pedido a Dios, sin desmayar: trabajo, sanidad o alguna otra necesidad? Muchas, pero preguntémonos además ¿seremos igual de insistentes para pedir por aquellas necesidades espirituales, no propias, sino de la de los demás? pues vemos que Abraham no está pidiendo algo para él, o para alguien conocido, sino para todo un pueblo, un pueblo que necesita conocer, aceptar y temer a Dios.
¿Nos damos cuenta de cuán fácil es pedir con insistencia y fuerza por aquellas necesidades propias, o que involucran amigos o familiares, pero lo difícil que resulta, para algunos, interceder por aquellas naciones que no conocemos?
El Señor hoy nos exhorta a que, así como Abraham, nos paremos y pongamos entre la brecha que hay entre Dios y el mundo, para orar sin cesar por aquellos que están afuera: desorientados, heridos, vacíos, muertos en su espíritu; para que conozcan y acepten a Jesucristo, y disfruten de lo que nosotros por fe ya tenemos, salvación, perdón de pecados y vida eterna.