Guiando a otros hacia Cristo. Parte 1
2021-08-13
1. Oración inicial
«Amado Jesús, gracias por cumplir la promesa del derramamiento de tu Espíritu en los postreros días. Lléname con tu poder para conducir a otros a tu reino y que sean plenamente convencidos por el evangelio, de que eres Dios. Llena los corazones que andan vacíos, heridos y desilusionados, y respalda tu verdad con manifestaciones de amor y de poder divino para que se conviertan a ti. En el nombre de Jesús, Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Hechos 1:8
“Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad”. Hechos 8:3-8
3. Reflexiona
El programa misionero, esbozado por el Señor Jesucristo en Hechos 1:8, se cumplió plenamente con la persecución a la iglesia primitiva. Se esparció el evangelio desde Jerusalén, por toda Judea, Samaria y luego por muchos lugares. Todo inició en Jerusalén donde los apóstoles comenzaron la obra hablando primeramente a los judíos; la muerte del primer mártir, Esteban, fue la señal para que estallara una persecución que obligó a los cristianos a huir a las partes más remotas del territorio, buscando cierta seguridad.
Pasando de Esteban a Felipe y luego a Saulo, miramos como el Señor Jesús permitió, por medio del Espíritu Santo, que el evangelio llegara hasta los lugares más lejanos.
La palabra “esparcidos” es el término para “hacer la siembra”, que resultó en ganancia para la comunidad cristiana del primer siglo, ya que Felipe, uno de los siete diáconos que había sido elegido por los apóstoles anteriormente, se dejó usar por el Espíritu Santo y predicó libremente en Samaria. Felipe lo hizo rápidamente y con voluntad, mostrando su valentía y permitiendo la guía de Dios.
Se dice que en Samaria las personas estaban atentas y unánimes, dispuestos para escuchar el mensaje del evangelio por medio de Felipe. La providencia de Dios en enviar a un judío de habla griega llenó de fe y del Espíritu Santo a un pueblo que, por su antipatía nacionalista, probablemente no hubiera querido escuchar a un nativo de Judea; abrió el paso a las buenas nuevas en ese lugar y el Espíritu Santo respaldó la obra con grandes señales, atestiguando el carácter divino del mensaje, trayendo mucha alegría en esa ciudad.
¿Qué podemos aprender de todo esto? En primer lugar, que el derramamiento del Espíritu Santo sobre aquellos primeros samaritanos convertidos, era la prueba de su igualdad con los creyentes de Jerusalén y también lo es para nosotros los gentiles, de que el Señor cumpliría la promesa de Joel. Pedro la recordó en Hechos 2:16-18 “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán”.
En segundo lugar, nuestra disposición, prontitud y valor para cumplir con la Gran Comisión como lo hizo Felipe, va a ser respaldada por manifestaciones de poder del Espíritu Santo, por lo tanto, no debemos dudar cuando Dios nos dice a dónde debemos ir y a quién debemos compartir el mensaje de salvación, para poder guiar a otros hacia Cristo.
Estemos seguros de que Dios transformará el mal en bien, como ocurrió con la persecución del primer siglo y que en tiempos finales volverá a intensificarse, para que estemos preparados anunciando el evangelio hasta lo último de la tierra. Pero, el Señor nos asegura la supervivencia de la iglesia como dice Mateo16:18 “Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”; así que, animémonos a perseverar unánimes compartiendo las buenas nuevas de salvación.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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