Eres mi libertador

Señor, eres mi libertador, me has sacado de la cárcel del pecado, permíteme ser un testimonio vivo de tu amor para que otros viendo mi fe, te conozcan, teman y busquen tu presencia. Amén.

“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel”
“Cuando el rey oyó el asunto, le pesó en gran manera, y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta del sol trabajó para librarle. Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron en el foso de los leones. Y el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre”.

Jesús es el libertador por excelencia. Y sabe que de una u otra forma estamos presos. La cárcel más grande es el pecado, pero el que liberta el alma es Cristo. Muchas situaciones de la vida parecen prisiones porque no se encuentran salidas, quizás estamos rodeados de leones que son un sinónimo de peligros, problemas, enfermedades, temores. Pero, como Daniel, debemos confiar plenamente en el poder de Dios para que otros reconozcan nuestra fe y nos digan “El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre”.
La pregunta sería: ¿Estamos sirviendo continuamente al Señor, lo buscamos de corazón? La vida de Daniel es un ejemplo de un creyente perseverante, tres veces al día buscaba a Dios en oración, nunca se rindió a pesar de la persecución y los problemas. Nunca tuvo temor ante el peligro, porque sabía en QUIEN confiaba.
En el Rey no había convicción. Algunos a nuestro alrededor piensan que Dios no es capaz de transformar una vida, de sanar cualquier enfermedad por grave que sea, de restaurar una familia, que a los ojos del mundo no tiene esperanza. Tu fe puede convencer a otros que Jesús es el único que puede dar libertad a los cautivos.