En memoria de mí. ¡PRIMERA RESTAURACIÓN!
2023-11-14
1. Oración inicial
«Padre, gracias por permitirme experimentar tu restauración a través de tu Palabra. Me has llevado a comprender que cuando conozco tu verdad, esta me hace libre, y hoy puedo decirlo con toda seguridad ¡Soy libre! De todo temor, tristeza, rabia, dolor. Gracias por enseñarme esta verdad, porque todos estos malos recuerdos los había tenido guardados en mi memoria por largos años y cada vez que los recordaba me causaban daño, pero a partir de hoy ya no es así, pues ahora solo puedo recordar la sanidad y restauración que tu Hijo Jesús hizo en mí.»
2. Lee la palabra de Dios
“Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego”, Juan 9:6.
3. Reflexiona
En devocionales anteriores mencionamos que la forma en la que el pueblo de Israel manifestaba su desprecio, rechazo, hacia el pecado de alguien era escupiendo. Pero, vemos aquí al Señor Jesús haciendo esto, escupiendo en tierra, al leer esto te parecerá extraño y hasta doloroso emocionalmente pues ¿cómo es que el Señor Jesús utiliza este mismo dolor para restaurarlo? ¡Veamos la revelación del Señor! A partir de ese día cada vez que este hombre escuchara un escupitajo no le recordaría cómo durante años fue despreciado y rechazado de la sociedad, sino que le recordaría, de ahí en adelante, lo que hizo Jesús de Nazaret; cómo escuchó cuando Jesús escupió en tierra para hacer lodo y lo untó sobre sus ojos, pero también cómo fue enviado al estanque de Siloé para lavarse.
No sabemos qué tipo de pensamientos vendrían a la mente de este hombre camino al estanque, quizás pudo tener temor o dudas tales como: ¿y si no funciona, si Él no puede sanarme? Pero contra todos estos pensamientos decidió seguir caminando en fe, imagínalo preguntando a todos: «¿díganme dónde está el estanque de Siloé, qué tan lejos estoy?», y también frente a ese estanque, a punto de dar el paso a la obediencia final, para experimentar el milagro de Dios. Trata de observar cómo se lava su rostro en aquel lugar y de repente abre sus ojos y es testigo de la gloria de Dios ¡puede ver!, ¡qué emoción! Quizás gritaría de felicidad, saltaría, y como mencionamos anteriormente, estaría recordando ese último escupitajo, ya no con tristeza, sino con alegría, y cada vez que este hombre traiga ese recuerdo a su memoria no causará dolor, sino gozo pues ha sido testigo de la restauración del Señor. De la misma forma ha sucedido con cada uno de nosotros, pues el Señor ha cambiado nuestro lamento en baile, nos ha ceñido de alegría y ha transformado nuestro dolor, para que ya no hablemos en memoria de la tristeza sino en memoria de lo que hizo Jesús.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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