El Señor es mi todo
2020-06-12
1. Oración inicial
«Amado Señor Jesucristo, gracias por venir a este mundo perdido a rescatarme y darme una nueva oportunidad de vida, una vida llena de tu plenitud, de tu gozo y de tu esperanza, para eso ayúdame a temer y guardar tus mandamientos y mí obediencia me lleve a experimentar que eres mi todo y mi felicidad. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado. Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia. A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente” Salmo 16:5-9
“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”. Eclesiastés 12:13
3. Reflexiona
El Señor fue el que descendió a este mundo de pecado y perdición para darnos redención y una vida nueva. Sin embargo, hay muchos de nosotros que no disfrutamos de las bendiciones espirituales que Él ya ha preparado de antemano, porque no nos apropiamos de ellas o porque no estamos obedeciendo sus caminos. Aquí se comparan esas bendiciones con la mejor herencia que una persona pueda recibir. Si Jesús vino a darnos una vida abundante y con propósito, vino para que tuviéramos su gozo y nuestro gozo fuera completo y tuviéramos una experiencia de plenitud que llenara toda nuestra vida y no fuera ocasionalmente, o de vez en cuando, preguntémonos: ¿por qué nuestra copa no está rebosando?
David siempre veía al Señor delante de Él y decía que estaba a su derecha, por eso no sería conmovido, todo su ser se deleitaba y reposaba en su presencia. Dios se volvió su todo. David disfrutó de grandes bendiciones, de privilegios y una verdadera relación de compañerismo con el Señor que lo llenó de esperanza.
Entendamos entonces que no se trata de nosotros sino de Dios en nosotros. Ya no somos el centro de nuestra vida, aunque la filosofía humanista de este mundo todos los días lo proclama, o cuando la psicología dice que lo único que importa es que seamos felices a cualquier costo y que si algo nos hace feliz eso es válido.
Cuando Dios es realmente nuestro todo, es el que le da sentido y felicidad a nuestros ser, Él es la Felicidad. La verdadera felicidad está fundamentada en la seguridad del carácter de Dios y no en la inseguridad de nuestra alma. Nuestro deleite está en nuestra comunión con Él, como dice el Salmo 16:11 “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”.
Dios debe volverse nuestro todo en una verdadera experiencia, de tal manera que cuando digamos que Dios es mi todo, sea algo más profundo que decirlo. Cuando Dios es nuestro todo, nuestra vida lo expresa, nuestros labios lo afirman y nuestros actos lo demuestran. Por eso en el libro de Eclesiastés Salomón es tan categórico cuando dice: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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