El poder de la oración. Parte 1
2016-10-06
1. Oración inicial
Señor, a través de mi andar diario contigo, en oración, obtengo la victoria en todas mis batallas, porque tú estás conmigo, me sostienes, a pesar de que me canso, no depende de mí la victoria, si no de ti Padre, por esto estoy confiando en ti y se que ningún arma forjada contra mi prevalecerá por que tu irás delante de mí, dándome seguridad.
2. Lee la palabra de Dios
«E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado. Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol.», Éxodo 17:10-12
3. Reflexiona
Cuando Moisés levantaba sus manos e Israel prevalecía, el Señor nos enseña que ante la adversidad, las duras batallas, las enfermedades o cualquier otro asunto que se nos oponga, la única forma de vencer es mirando al cielo, mirando al Dios altísimo y sentándonos en la roca, tal como hizo Moisés; esta roca es Jesús.
Por esto la oración es más que un acto religioso, es la forma de vencer al enemigo. Amalec, representa en este contexto la lucha contra nuestra carne, contra esa naturaleza pecaminosa o esa tendencia a hacer lo malo, aunque sabemos sus consecuencias; por lo tanto si nosotros bajamos nuestras manos y desfallecemos, dejamos de orar, Amalec va a tomar el control, es decir nuestra carne, nuestra vieja naturaleza, va adquirir ventaja en el campo de batalla. Esta derrota ocurre cuando buscamos en nuestra propia fuerza enfrentar la vida, las decisiones, nuestros planes y no con la guía de Dios.
Esta carne o naturaleza pecaminosa, es crucificada en la cruz, por esto no debemos vivir según la carne, porque como nos enseña la palabra en Romanos 8:8 ”y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”. En conclusión nuestro peor enemigo soy yo mismo, y en la medida que alimente mi carne, mi ego, mis deseos carnales, voy a perder la batalla, porque el enemigo viene a matarnos, a destruirnos, él no tiene piedad, pero si busco la guía de Dios a través de su palabra y su fortaleza a través de la oración mis manos van a estar levantadas viendo la victoria de nuestro Dios, delante del enemigo.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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