El perdón sanador
2018-01-19
1. Oración inicial
Amado Jesús, enséñame a obedecer tus lecciones de vida, especialmente perdonar a quien me ha hecho daño y olvidar las heridas del pasado para así poder sanar mi corazón librándome del rencor. Amén
2. Lee la palabra de Dios
“Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Lucas 6:27-31
3. Reflexiona
A veces recibimos heridas emocionales de nuestra familia o de conocidos y nos llenamos de resentimientos. Podemos estar acumulando en nuestro corazón rencores de hace años y no le hemos dado la atención suficiente. Cuando este tipo de heridas son desatendidas, tarde o temprano nos ocasionan más dolor y en un momento de ira pueden salir a flote, y nos hacemos más daño. Cuando constantemente hablamos de lo que nos hicieron, estamos impidiendo que esas heridas internas sanen.
Como las heridas físicas, las heridas emocionales deben ser atendidas y limpiadas para que se cierren y cicatricen, para ello debemos acudir al perdón. El Señor Jesucristo nos dio su ejemplo, perdonando a los que lo hirieron y crucificaron, siendo benigno con los que le hicieron daño. Por eso es el mejor cirujano para vendar las heridas del alma.
Lucas 6:35 “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos”.
Mandamientos como perdonar a nuestros enemigos parecen gravosos y difíciles de cumplir, la única manera de poder hacerlo es cuando crecemos y nos fundamentamos en el amor de Cristo. Podemos conocer e imitar su misericordia cuando hemos experimentado que nos ha perdonado y limpiado con su sangre preciosa. Quizá en esta tierra no recibiremos el reconocimiento por actuar así, pero Dios promete una recompensa celestial cuando pagamos bien por mal.
Cuando amamos al que no es amable, al que nos irrita y hasta al que nos cae mal, estamos amando con el amor de Cristo que es misericordioso y renunciando al amor egoísta del mundo. El amor cristiano debe ser un amor fraternal que marque la diferencia, que distinga al creyente del mundo que lo rodea. Es despojarse de todas esas actitudes de enojo, ira, resentimiento, deseos de venganza, violencia, y trascender por encima de las respuestas humanas que siempre estamos esperando. El Señor nos llama a amar sin esperar nada a cambio.
Pidamos entonces a Dios que nos libre de vivir en amargura y en rencor por atesorar en nuestro corazón las viejas heridas, que nos de la gracia para perdonar a quienes nos han ofendido y poder recibir la sanidad interior que necesitamos.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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