El evangelio es poder de Dios para salvación
2022-05-07
1. Oración inicial
«Señor Jesucristo, gracias por tu obra salvadora en mi vida, ayúdame a recordar que soy tu voz en esta tierra, que he sido enviado a proclamar las buenas noticias, moriste en una cruz para que pudiera tener una relación correcta con mi Padre celestial, perdón de pecados y vida eterna, Permite que mi vida derrame de la gracia que me has dado. En el Nombre de Jesús. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego”. Romanos 1:16
“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” Romanos 10:14-15
3. Reflexiona
Para el apóstol Pablo la evangelización era su pasión y estaba dispuesto a darlo todo por ella. Pablo empieza su carta a los romanos, diciendo que está orgulloso del Evangelio, es sorprendente el trasfondo de esta afirmación puesto que lo habían metido en la cárcel en Filipos, lo habían obligado a huir a Tesalónica, le habían sacado de contrabando en Berea, se habían burlado de él en Atenas y en Corinto su mensaje les había parecido una estupidez a los griegos y un escándalo a los judíos; sin embargo, él proclamaba que no se avergonzaba del evangelio porque era poder de Dios para salvación y salió victorioso cualquiera que fuera su situación.
En su vida había gratitud y convicción de que el evangelio era el poder de Dios que salva y transforma vidas. Quizás a nosotros como creyentes nos falta experimentar estas dos cosas, para que podamos llevar el mensaje de Cristo con valentía y pasión como lo hizo Pablo.
¿Cuál es nuestra concepción del evangelio de salvación? De pronto nunca hemos profundizado en ello, por eso quizás nunca compartimos su mensaje. ¿Es para nosotros “dunamis” que en el original griego significa fuerza, poder milagroso, potencia, potestad, dinamita entre otras; capaz de remover al ser humano y transformar por completo su naturaleza? ¿Es poder que rescata a esta humanidad de su perdición, de su pecado, de su enfermedad, de la muerte eterna, de la ira de Dios, de su desesperanza y separación del Creador? ¿O simplemente es un mensaje más de todos los que hay en este mundo?
El evangelio sólo puede transformar a aquellos que lo oyen, lo reciben y creen en él. Para ello, necesitamos la fe que es aceptación total y confianza absoluta en Jesucristo. La fe empieza por receptividad, cuando estamos dispuestos a escuchar, luego por asentimiento de la mente cuando estamos de acuerdo que es verdad, pero el paso decisivo es cuando se pasa a la entrega total, cuando nos rendimos incondicionalmente a él.
Pablo dice en Romanos 1:17 “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Ser justificados es entrar en una nueva relación con Dios, una relación de amor, de confianza y de amistad, en lugar del distanciamiento de la enemistad y el miedo. Ya no nos dirigimos a un Dios que irradia justo y terrible castigo, sino perdón y amor redentor.
El que está en la correcta relación con Dios, no por sus propias obras, sino por su absoluta fe en lo que el amor de Dios ha hecho a través de Jesucristo, puede experimentar vida nueva y eternidad.
Nosotros hemos sido enviados para proclamar su evangelio en esta tierra, tenemos el poder de Dios para salvación de muchas vidas, pero contestémonos estas preguntas que hace el apóstol Pablo: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” Las personas no pueden creer si no oyen el mensaje del evangelio, sino estamos dispuestos a predicarlo. Si queremos rescatar al mundo de la condenación eterna, comencemos por compartir con gratitud lo que el Señor ha hecho en nosotros.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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