El dueño de mi vida
2016-08-17
1. Oración inicial
Amado Jesús, eres mi dueño, te pertenezco, desde el momento en que acepté, que pagaste el precio por mi vida en esa cruz, pagaste por mis pecados y me rescataste de las tinieblas. Me siento seguro, porque ahora todo lo que soy te pertenece y deseo glorificarte con mi cuerpo y con mi espíritu. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”, 1 Corintios 6: 19-20
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”, Juan 10:27-28
3. Reflexiona
Le pertenecemos a Cristo, desde el momento en que lo aceptamos en nuestro corazón, porque nos unimos a Él, como un solo espíritu. Fuimos comprados por precio, se refiere cuando un esclavo ha sido comprado en una subasta. El precio que pagó por nuestra vida, es de incalculable valor, lo pagó para liberarnos de la esclavitud del pecado y del dominio de Satanás sobre nosotros. La sangre de Cristo es el rescate pagado por nuestra redención. Es el precio de su gran amor.
Al pagar ese precio nos hizo suyos totalmente. Ahora Él es nuestro dueño y Pastor.
No solamente nuestra alma le pertenece, sino nuestro cuerpo. Ya no tenemos derecho a hacer con él lo que nos plazca, aunque pensemos que esto es libertad, siempre seremos esclavos de nuestros deseos. El Espíritu Santo vino a morar en cada uno de nosotros, cuando decidimos seguir a Cristo. Por lo tanto dejamos de ser dueños de nuestro cuerpo, que ahora le pertenece a Él.
El cuerpo de cada miembro de la iglesia, se considera como el templo del Espíritu Santo. Por eso debemos cuidarlo y nuestra meta es alcanzar la pureza y la santidad, en nuestra alma, cuerpo y espíritu y evitar ser contaminados, guardándonos irreprensibles hasta la venida de Cristo. El cuerpo es para el Señor; debe ser instrumento de justicia para santidad, por tanto, no debe ser instrumento de pecado. Nuestro castigo fue quitado, pero se nos impone una nueva obligación, la de la obediencia. Glorificando a Dios con nuestro cuerpo y con nuestro espíritu, los cuales son suyos.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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