El discípulo que Jesús ama
2017-11-02
1. Oración inicial
Padre, gracias por los maestros y pastores que me edifican con todo amor y en cumplimiento de tu comisión, bendícelos y llénales cada día más de tu Espíritu. Amén
2. Lee la palabra de Dios
“Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús. A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es? Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto.” Juan 13:23-27
“y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia.” Jeremías 3:15-17
3. Reflexiona
El mandato del Señor en Mateo 28:19 de ir y hacer discípulos a todas las naciones, establece que debemos creer en Jesús y luego ser discipulados, para que una vez estemos preparados, discipular a otros. Es un ciclo de bendición que estamos llamados a practicar.
Pero ¿Cuál es el discípulo a quien el Señor ama? Claramente, es aquel que le obedece; y ¿Cómo vamos a obedecerle si no conocemos lo que Dios demanda? Él nos dice claramente en su Palabra “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.” (Oseas 6:6). Así mismo, El Señor Jesús, le aclaró este principio a los que habían creído en Él: “…Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31).
Es decir que seguir a Jesús y ser verdaderamente su discípulo, implica en primer lugar instruirse en la Palabra y manejarla con precisión, tal como Pablo aconsejó a Timoteo, “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15) y para esto Dios ha equipado su iglesia con diferentes personas para edificarnos en la obra del ministerio (Efesios 4: 11-12).
Busquemos y valoremos la consejería y discipulado que se da conforme a los principios bíblicos, busquemos una iglesia de sana doctrina, donde estén maestros preparados en la Palabra de Dios, que nos conduzcan por medio de su Santo Espíritu, a conocer la verdad, a manejar con precisión la doctrina bíblica, ya que esto resultará en bendición para nuestras vidas y en el gozo constante de andar con Dios obedeciendo sus principios.
El Espíritu Santo utiliza maestros maduros en la Palabra, para enseñarnos y guiarnos al conocimiento pleno, al entendimiento para que obedeciendo lleguemos a ser “un discípulo amado de Jesús”.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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