
1. Oración inicial
«Amado Señor, por fe te recibí en mi corazón como mi Dios y Salvador; encuentro en ti todo lo que necesito y deseo. Eres mi refugio, la sombra a mi mano derecha; me has protegido por tu gracia divina de los lazos del cazador, del pecado y la muerte eterna. Eres mi Elohim, eres mi Shaddai, el Dios sublime y suficiente. Vivo seguro bajo tu amparo y protección y quiero que cada día de mi vida sea un deleite en tu presencia. Te amo mi Señor, amén.»

2. Lee la palabra de Dios
“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad” Salmo 91:1-4.

3. Reflexiona
En este salmo se resaltan dos nombres de Dios que deben llevarnos a reverenciarlo, a doblar nuestras rodillas delante de su presencia. Altísimo: Representa el nombre sagrado Jehová, que se traduce en el hebreo como El-elyon, Elohim, Adonai, el Dios supremo; también significa Dios del cielo y la tierra, Dios de las alturas. Hace referencia a alguien elevado, de mucha estima, excelso, sublime, mayor y superior. Y aunque parezca que está distante, está más cerca de lo que imaginamos, porque Él llegó a nosotros a través de su Hijo Jesucristo para que podamos habitar bajo su abrigo.
Omnipotente: Shaddai, el Todopoderoso; este nombre figura cerca de 50 veces en el Antiguo Testamento. Fue el nombre mediante el cual Dios fue conocido entre los patriarcas; en Génesis 17:1b dice “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto”. Viene del verbo “shadad” que significa poderoso, inconquistable; indicando grandeza, fortaleza y la sempiterna (perpetua) naturaleza de Dios.
Shaddai es el Dios todo suficiente, eternamente capaz de ser todo lo que su pueblo necesita. Con estos significados de sus nombres, podemos entender la naturaleza del Dios en quien hemos creído, para llevarnos a confiar plenamente en Él, porque no solamente es supremo, sino poderoso y suficiente para nuestras vidas.
El Salmo 91 nos invita a morar bajo su sombra como el refugio más seguro que un ser humano pueda tener. ¿Cuántos estamos dispuestos a dejar nuestra seguridad solamente en Él? Lo haremos plenamente cuando entendamos que Dios cuida de nosotros y permanecemos en Él, esto es, habitar y morar en una comunión íntima y perseverante cada día.
Jesús lo expresó de la siguiente manera en Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Jesús, el Hijo del Altísimo, es uno con el Padre y el Espíritu Santo, por eso debe ser “suficiente” para los que hemos depositado nuestra fe en Él y creído en lo que hizo por nosotros en la cruz.
Nos dio acceso directo al Padre celestial, quitó la barrera que hacía a Dios inalcanzable y aún más, el Padre decidió enviar su Espíritu para que habitara en cada uno de los creyentes y así, Padre, Hijo y Espíritu Santo, han hecho morada en nuestro corazón. Participamos de su naturaleza divina para que vivamos en una íntima comunión con Él.
Si tenemos este gran privilegio de un Dios personal, sometámonos a obedecer y hacer su voluntad y entonces Él se manifestará con todo su poder en nuestra vida. Recordemos Juan 14:21 “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”.

4. Alaba a Dios

5. Comparte
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