El amor no es un concepto, es una experiencia
2015-10-25
1. Oración inicial
Dios de amor, permíteme aceptar a otros tal como son, no hacer acepción de personas como lo enseñas en tu Palabra, a amarlos como tú los amas, que el Espíritu de amor me abrace para no ver las diferencias de otros, sino unirme a ellos en la fe. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
» Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Vé, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta».
3. Reflexiona
En la época de Jesús los samaritanos se odiaban con los judíos y no se trataban. Los samaritanos eran descendientes de los asirios y judíos. Tuvieron diferencias por territorios y se mezclaron originando el pueblo samario. El encuentro de Jesús con la mujer samaritana tenía algo de tensión, aunque haya ocurrido a la luz del día. Las conversaciones entre judíos y samaritanos estaban prohibidas y mucho más un encuentro entre un maestro religioso y una adúltera.
Pero Jesús derribó todas esas barreras, porque vio más allá de las circunstancias, el vio la profunda necesidad de amor y de perdón de esta mujer. Se acercó de una manera espontánea y natural pidiéndole el favor de que le diera agua. Esto es algo que anima a cualquiera, el poder prestar un servicio a otro. Después de que lo hace, Él le ofrece una fuente de agua de vida eterna, le ofrece el amor de Dios, inagotable y suficiente para calmar la sed espiritual y emocional de esta mujer fatigada y perdida.
Ella experimenta ese amor agape, incondicional y sin egoísmos, capaz de dar más al que más peca. Sin juzgarla la confronta con su pecado, cuando le pregunta ¿Dónde está tu marido? Es tal la convicción interna de su pecado que en ese momento reconoce que está delante del Mesías. Es el Espíritu Santo quien convence de pecado, por eso nosotros no debemos juzgar, ni señalar a nadie, sólo debemos compartir de ese amor liberador de Jesús que cubre multitud de faltas. Ese amor que puede mover la voluntad de las personas que nos rodean hacia Dios. Por eso Vistámonos de amor para llevar el evangelio.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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