El Amor de Dios trae Identidad. Parte 1

«Padre Santo, cuán agradecido estoy por ser llamado hijo de Dios, qué privilegio pertenecer a tu familia, qué privilegio el haber sido adoptado por el puro afecto de tu voluntad, gracias por ese gran amor tuyo que me da valor e identidad, amén.»

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” Juan 1:12-13

Hoy muchos sufren con su identidad; la cultura, las malas influencias y los conceptos errados hacen eco en los pensamientos de numerosas personas, generando confusión, ansiedad, frustración, soledad, depresión, entre otras cosas que afectan la estabilidad emocional y la vida en general.
La sociedad actual trata de definirnos de acuerdo a lo que tenemos: a nuestras riquezas o posesiones, o por nuestros éxitos académicos, profesionales o empresariales; igualmente por nuestra imagen: por el físico o la belleza; también por nuestra popularidad: fama o carisma; pero dejarnos definir por lo que tenemos, hacemos o parecemos, solo nos llevará a vivir vidas vacías, sin identidad ni propósito.
El rey Salomón durante su vida pudo tener las riquezas, la sabiduría, la fama y la apariencia que cualquier ser humano pudiera desear, pero se dio cuenta que todo esto era vanidad, como lo describe en Eclesiastés capítulos 1 y 2. Actualmente muchos siguen deseando estas cosas, lastimosamente basando su valor e identidad en ellas. Por eso debemos dar gracias a Jesucristo, pues al creer en Él, podemos ser liberados de esta gran carga que el mundo quiere imponer y que quita el verdadero valor e identidad que deberíamos tener y que solo se encuentra en Jesús.
Al recibir y creer en Jesús, Dios nos da la potestad de ser hechos hijos suyos (Juan 1:12-13), es decir nos adopta como sus hijos (Efesios 1:4-5), lo cual nos demuestra el gran amor de Dios por nosotros, pues este privilegio es otorgado por gracia, y definitivamente esto le da un valor único a nuestra vida, y trae a nosotros la verdadera identidad: ser hijos de Dios.
Si renovamos nuestra manera de pensar y tomamos la identidad que tenemos en Cristo, podremos encontrar la solución a cantidad de problemas emocionales y así comprobar la buena voluntad de Dios agradable y perfecta (Romanos 12:2)