¿Dónde está Dios? Parte 2

Gracias Señor, porque el lugar donde habitas ahora, por tu gran amor y misericordia, es mi propia vida, mi propio cuerpo. Como templo tuyo, quiero rendirme a ti, en verdadera adoración, viviendo en santidad, practicando tu verdad. Amén.

 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Juan 4:19-23

A Dios no se le adora en una religión en particular, en un lugar construido por manos humanas. Dios no es el privilegio de una denominación en particular. Uno de los engaños más sutiles en el que el hombre ha caído es la religiosidad, por equivocadamente creer que Dios está en tal o aquel lugar. En el Génesis, cuando Adán y Eva pecaron se cubrieron con hojas; hoy en día el hombre se tapa con religiosidad, con prácticas y rituales que externamente aparentan bondad pero no tienen valor alguno para transformar el corazón del hombre (Colosenses 2:21-23). Ni en un monte, ni en un templo, ni en Jerusalén mismo se adora a Dios, ahora se le adora en espíritu y en verdad. Esto es, mi “espíritu” en unión íntima con el Espíritu Santo, el cual he recibido de Dios por fe en Jesús. Y en verdad porque la misma verdad, que es Jesús, mora en mí.
Esta es una de las revelaciones más profundas de la palabra de Dios y escondida por siglos, (Colosenses 1:26-27), que Cristo habita en mí, soy el templo de Dios y le adoro ofreciendo mi vida en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios (Romanos 12:1). Este es el verdadero culto que debemos practicar.