Dios siempre nos escucha. Parte 3
2020-02-21
1. Oración inicial
«Amado Dios, quiero que mi prioridad sea buscarte cada día, entrar en tu presencia, al trono de gracia donde puedes mirar mi corazón y cubrir con tu amor mis faltas. Anhelo que me escuches, por eso quita la duda y la incredulidad para pedir con fe, arranca las amarguras de mi corazón que me impiden alcanzar tu gracia y estar bien con los demás, enséñame a perdonar y a tratar a los demás con la honra que se merecen. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Dios, Dios mío eres tú, de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario”. Salmo 63:1-2
3. Reflexiona
Si queremos ver el poder y la gloria de Dios en nuestras vidas, nuestra prioridad debe ser buscarlo cada día y pedirle que nos llene de su Santo Espíritu. Necesitamos perseverar en la oración y la meditación de su Palabra. Santiago 1:6-7 nos recuerda “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor”. La duda es uno de los más grandes estorbos para que el Señor oiga nuestras peticiones y dé respuesta a nuestras vidas, cuando nuestra fe es inconstante nos compara con las olas del mar que van y vienen, pero nunca están firmes.
Otro gran estorbo en la oración está en Hebreos 12:15 “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”. La amargura nos impide alcanzar la gracia de Dios y contamina a todos los que nos rodean. Si no hay favor de Dios en nuestra vida nuestras oraciones no encontrarán eco en su corazón.
Estar mal con otros es una de las barreras para que nuestra oración no llegue a Dios. Mateo 5: 23-24 dice “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”.
Si hemos lastimado y ofendido a alguien, Dios no nos escucha. Si no hay perdón no hay respuesta a nuestra oración. Mateo 6:15 dice “más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.
Los conflictos familiares y especialmente el maltrato conyugal, hacen que el Señor cierre sus oídos al clamor. Él ama la familia y quiere que demos honra a cada uno como corresponde y que nuestras relaciones no sean ásperas. Dice 1 Pedro 3:7 “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”.
Es tiempo de evaluar nuestra vida y ver si hay algunos de estos obstáculos impidiendo que no recibamos lo que pedimos.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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