Dependencia día a día
2022-10-07
1. Oración inicial
«Una cosa solo deseo mi Señor Jesús y es estar en tu presencia cada día; no permitas que te deje sentado a la mesa cuando deseas compartir conmigo un banquete espiritual; eres el Pan de vida, has venido a darme vida abundante, sé que saciarás mi alma y harás grandes cosas en mí. Dame la fe suficiente para permanecer. En el nombre de Jesús, amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no”. Éxodo 16:4
“Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”. Juan 6:33-35
“Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”. Salmos 23:5
3. Reflexiona
Cuando el pueblo de Dios murmuró contra Moisés y Aarón, pidiendo pan y añorando la comida de Egipto, fue claramente una rebeldía contra Dios mismo; muy pronto olvidaron que Él siempre los había sustentado en su travesía por el desierto. En su infinita bondad y misericordia, nuevamente respondió a esa necesidad, prometiéndoles pan del cielo diariamente; serían saciados, saldrían a recoger el maná suficiente para cada persona cada día, sin embargo, en el sexto día les ordenó que recogieran una doble porción para que descansaran el día de reposo. Este pueblo una vez más vería la gloria de Dios por medio de la milagrosa provisión; esto implicaba una dependencia constante de Dios para su mantenimiento diario.
Así como el maná, no podremos sobrevivir espiritualmente sin una vida de intimidad con Dios, por eso, Jesús se revela así mismo como ese pan que necesitamos para saciar nuestra hambre espiritual (Juan 6:33-35). No podemos ser independientes de la guía del Espíritu Santo, sino que debemos andar en dependencia día a día. Jesús es el verdadero pan del cielo, quien con su palabra guarda nuestra mente y corazón, renueva nuestros pensamientos y actitudes para que haya un cambio en nuestro interior. Efesios 4:23-24 dice: “y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.
No basta con cambiar nuestra apariencia, sino nuestra esencia, ya que seríamos como fariseos llenos de velos, que ocultan su verdadera naturaleza, por lo cual, tenemos que confrontarnos con el espejo de la palabra de Dios, para que nos muestre lo que realmente somos y así poder ser transformados a la imagen de Cristo. “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).
Jesús es nuestro maná, es la esencia que necesitamos, porque “en Él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad” (Colosenses 2:9); y, aunque Jesús fue desfigurado en su apariencia, su esencia permaneció y con ella pudo ganar la batalla en la cruz, con su amor y su gracia nos dio la eternidad.
Solo debemos ir a Jesús y creer en Él y saciará cualquier hambre y sed espiritual que tengamos. Nos invita diariamente a compartir un banquete en su presencia, que es la fuente y la sustancia esencial para llenar nuestra alma. Es Él quien nos unge y hace rebosar nuestra copa con su plenitud. Jesús, como pan, da continuamente vida al mundo.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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