De la agonía a la victoria
2017-04-13
1. Oración inicial
Señor cuando la angustia, la tristeza y el dolor lleguen a mi puerta, cuando sienta que estoy en agonía, quiero aferrarme a tu eterno amor, quiero orar fervorosamente y sentir que estas a mi lado ayudándome a resistir la prueba y la tentación. Y aunque gima dentro de mí, llévame a hacer tu perfecta voluntad y a confiar en que contigo puedo vencer. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza” Lucas 22:39-45
3. Reflexiona
El momento más decisivo de la vida de Jesús fue en el monte de los Olivos, en el huerto de Getsemaní. Se aproximaba la crucifixión y entró en agonía. Sudó gotas de sangre por la angustia que sintió al tener que enfrentarse a la muerte. Sabía que tenía que tomar la decisión más trascendental de la historia. La salvación del mundo estaba dependiendo de esa decisión. Humanamente Jesús había podido volverse y evitar la cruz. Pero no lo hizo. Su gran amor por la humanidad lo llevó a Getsemaní en agonía y salió de allí en victoria después de haber orado a su Padre.
Jesús sufrió la angustia humana, por eso entiende nuestras batallas, sabe que enfrentar el dolor, la muerte, los conflictos humanos no es fácil. Él nos dio ejemplo: “Y estando en agonía, oraba más intensamente”. Este fue su secreto, orar al Padre, para que lo fortaleciera en el paso que tenía que dar.
Todo depende de la forma como digamos “hágase tu voluntad”. Si las decimos en un tono de resignación impotente porque ya no hay como luchar contra el problema, puede llenarnos de desesperanza. Si la decimos como si se hubiera llegado a una rendición total, estamos aceptando la derrota. Si la decimos en un tono de frustración, estamos renunciando al sueño que queremos alcanzar. O si la decimos como Jesús, con el acento de una confianza perfecta en ese Padre amoroso cuyos brazos eternos lo sostendrían y rodearían aún en la cruz, entonces haremos su voluntad.
A veces nos cuesta aceptar que a pesar de las dificultades, nada nos puede separar el amor de Cristo. Aferrémonos a Él en oración, entre más sintamos desfallecer, es cuando más debemos orar. Solo así seremos capacitados para resistir en nuestra lucha contra las adversidades, contra el pecado y terminaremos haciendo la voluntad de Dios y no la nuestra.
Pensemos en el ejemplo de nuestro Redentor que oró, agonizó, sangró, murió, pero se levantó victorioso y ahora está sentado al diestra del Padre con poder y majestad, intercediendo por nosotros.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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