Cumple tu ministerio
2016-08-03
1. Oración inicial
Señor, ayúdame a servirte con celo, a cumplir tu mandato de la Gran Comisión, con audacia y valor, reconociendo tu poder sobre mi vida. Dame la fuerza para predicar tu Palabra y para no sacar más excusas para hacerlo donde lo requieras. Quiero ser ese obrero aprobado, que no tiene de que avergonzarse y que usa bien tu Palabra de Verdad. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”, 2 Timoteo 4:1-5
3. Reflexiona
El Señor a través de este pasaje, nos hace un severo encargo para que le sirvamos con celo, porque se acercan tiempos de apostasía para la iglesia. El ministerio es “servicio” y como hijos de Dios, debemos predicar la Palabra de Dios con audacia y valor. Cuando atesoremos la Palabra de Dios en nuestro corazón, entonces la defenderemos sin descanso. Esto implica comunicarla con fidelidad. La Palabra de Dios enfrentará siempre una violenta oposición, por eso no es una fácil tarea. Debemos llenarnos de paciencia, energía y de trabajo duro y constante, si pretendemos llevar el evangelio.
Debemos predicar sin miedo. Ese tesoro de inestimable valor debe ser guardado dentro de nosotros para poder aferrarnos a la Verdad y no permitir ser engañados con fábulas y falsas doctrinas. Dios quiere obreros que comuniquen su Palabra con fidelidad y exactitud, por eso debemos esforzarnos en prepararnos cada día e instruir a otros para que también lo hagan. Nada de la Palabra de Dios debe ser distorsionado, adulterado o borrado.
Los valores para llevar un ministerio significativo son los que Timoteo aprendió del apóstol Pablo. Ser ese soldado valiente que soporta cualquier dificultad, ese atleta que entrena diariamente y con disciplina, y ese labrador esforzado y paciente, que espera siempre el fruto de su trabajo.
Convirtámonos en esos siervos consagrados, preparándonos siempre para cada situación, predicando con igual urgencia, no importa si las circunstancias son favorables o desfavorables, a tiempo y fuera de tiempo, en cualquier ocasión oportuno o inoportuno, cuando sea cómodo o incómodo, de noche o de día, en peligro o en seguridad, no solo en la iglesia sino en todas partes donde el Señor lo requiera.
Proclamando e instruyendo pacientemente a quienes aceptan la Palabra y aún a los que se oponen a ella, convenciéndolos con toda paciencia y doctrina. Recordemos que cuando el hombre se aparta de la verdad, vuelve otra vez a fábulas y filosofías engañosas, despreciando la sana enseñanza. Cumplamos con la Gran Comisión, demandada por el Señor Jesucristo, no dejando nada por hacer.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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