¡Cuidado con lo que decimos!
2019-03-16
1. Oración inicial
Señor, guía mis palabras, que sean para edificar y construir, no para ofender ni para desanimar a mi prójimo, ayúdame a guardar tus Palabras en mi corazón para no pecar contra ti. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
«Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.», Mateo 12:36
«El que guarda su boca y su lengua, Su alma guarda de angustias.», Proverbios 21:23
«Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.», Efesios 4:29-30
3. Reflexiona
Las palabras que decimos pueden edificar o derribar, pueden alegrar o entristecer a los demás. Generalmente los conflictos inician con una palabra mal dicha, o en el momento equivocado por la falta de dominio propio; esto lo enseña la Biblia en Santiago 3:2-12: una sola palabra puede ocasionar un gran problema.
Si es tan determinante lo que decimos, ¿cómo podemos aprender a controlar nuestras palabras y que sean para edificar, no para ofender?
La Palabra de Dios nos enseña que debemos poner suma atención a lo que decimos para no pecar (Salmos 39:1). También que al meditar en su Palabra y alinear nuestro pensamiento a sus principios, nos llenemos de palabras de cordura y sabiduría (Salmos 19:14). Entonces, entre más guardamos (obedecemos) su Palabra, más evitaremos caer en el pecado, como dice el Salmos 119:11: “En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti”.
Si al haber un hecho que demande una respuesta y nuestro corazón está lleno de sabiduría por la Palabra de Dios, nuestra respuesta será para edificación, pues el efecto directo de toda Palabra que sale de la boca de Dios es una vida abundante, (Mateo 4:4).
Sigamos en consejo de los apóstoles cuando por el Espíritu enseñaban a la iglesia a que: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros”, dejando toda palabra corrompida, palabras deshonestas, evitando profanas y vanas palabrerías, si no mejor “ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15 y 2 Timoteo 2:16-17).
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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