Comunión íntima con Dios

«Dios mío, mi alma tiene sed de ti, te buscare y sé que te hallaré porque tú no estás lejos y tus oídos están atentos a mi suplica; tu Palabra dice que tu comunión íntima es con los que te tememos y nos harás conocer tu pacto, sacarás nuestros pies de la red y nos enseñarás el camino a seguir; gracias, Padre de la gloria porque sabemos que todas tus sendas son misericordia y verdad, amén.»

“Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario.” Salmos 63:1-2

Hay momentos en nuestra vida donde por diferentes motivos olvidamos nuestra comunión íntima con nuestro Papá Celestial, y sucede que, como niños sin la dirección, ayuda y protección de su Padre, salimos a hacer las cosas como nosotros pensamos que están bien, en nuestras fuerzas y solos, sin alguien que nos cuide, nos direccione y nos ayude; entonces, finalmente terminamos cansados, sedientos y derrotados por nuestros errores o malas decisiones.
Si bien, no es nuestro mejor momento, es el ideal y preciso para volver a los brazos de Papá. No podemos quedarnos en el error o lamentándonos por lo que ya pasó, todo lo contrario, es hora de dejar de actuar en nuestras fuerzas y reconocer que lo necesitamos a Él. Con toda seguridad nuestro Padre Celestial estará atento a escucharnos, refugiarnos y hacernos descansar, su Palabra dice que Él ama la verdad en lo íntimo y que al corazón contrito y humillado no despreciará (Salmos 51:6, 17). Así que, con toda confianza podemos volver a nuestra comunión íntima con Él para reconocer nuestros pecados y pedir su piedad y misericordia.
Hermanos, alabemos y adoremos al Señor porque su misericordia se renueva cada mañana, y si con humildad lo buscamos, Él olvidará nuestros pecados y rebeliones y conforme a su misericordia y bondad se acordará de nosotros (Salmos 25:6-7).