¿Cómo ser el discípulo a quien Jesús ama?
2020-07-23
1. Oración inicial
«Gracias Señor por que me amaste primero, cuando aún andaba en mis delitos y pecados, y me diste vida juntamente con Cristo, ahora soy libre de condenación y mi vida depende de tu fuente inagotable de amor. Amén»
2. Lee la palabra de Dios
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” 1 Juan 4:10
3. Reflexiona
El amor es definido en sus características y su practicidad en 1 Corintios 13:4-7: “es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Pero la esencia de ese amor, ¿de dónde surge como fuente única y permanente de amor?, surge de Dios.
Por tanto, el amor no se define en función de nuestro amor por Él, sino de su amor hacia nosotros, demostrado en Cristo, cuando realizó la propiciación, esto significa que Cristo paga por la ofensa de nuestro pecado, para que la santidad y justicia de Dios sean satisfechas y nos da a cambio su favor o gracia inmerecida. (2 Corintios 5:21)
“Deben amar a Dios”, esto se ha predicado por todo el mundo, pero ¿cómo lo hacemos? No se trata de nosotros, no tenemos en nosotros mismos un amor con las características que nos habla 1 Corintios 13, pero Dios sí, y lo mejor de todo es que Él nos lo da a nosotros por su gracia.
Entonces, ¿cómo ser el discípulo a quien Jesús ama? Esta referencia del discípulo amado por Jesús, sólo aparece en el evangelio de Juan (Juan 13:23-25). Dios nos ama a todos por igual, pero hay que creer en el amor que Dios nos dio en Cristo, recibirlo y vivirlo día a día. No tenemos que hacer ningún mérito para ser ese discípulo amado, sino sólo aceptar el regalo inmerecido de su gran amor. Así cumpliremos la suma total de la ley, amando a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:36-40). Esto lo comprendió Juan, y por el gran amor y humildad que aprendió de Cristo no se citó a sí mismo sino que se sorprendió del gran amor inmerecido, que Cristo tenía por él y que tiene por todos nosotros.
Si el amor dependiera de nosotros sería frágil, inconstante y volátil, así que Dios conociendo nuestra naturaleza, nos llena; somos un vaso vacío esperando con ansias ser llenado por el amor eterno de Dios, que es en la fe de Cristo Jesús.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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