Abre tu mano al hermano y al menesteroso. Parte 1
2021-11-11
1. Oración inicial
«Señor, estoy en deuda contigo por tu amor sin límites derramado en la cruz a mi favor. La única forma en que pueda empezar a pagar la deuda es amando a otros, como tú me has enseñado. En medio de tanta injusticia social, quiero aportar mi granito de arena para ayudar a los necesitados y suplir sus faltantes, al igual que me brindes la oportunidad de llevar tu mensaje de amor. En el nombre de Jesús. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite. Guárdate de tener en tu corazón pensamiento perverso, diciendo: Cerca está el año séptimo, el de la remisión, y mires con malos ojos a tu hermano menesteroso para no darle; porque él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te contará por pecado. Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas. Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra». Deuteronomio 15:7-11
3. Reflexiona
En el Antiguo testamento vemos a un Dios instruyendo a su pueblo sobre las leyes sociales, dándole a cada hombre una oportunidad igual. La tierra al séptimo año se dejaba descansar, en el año sabático las deudas y las hipotecas eran perdonadas y se distribuía equitativamente la riqueza, evitando la pobreza extrema y la riqueza extrema. Este reglamento debería ser cumplido por todos los israelitas. Cada séptimo año la deuda de los pobres sería cancelada y tendrían una oportunidad de empezar de nuevo. Ahora, si Israel hubiera guardado esta regla cuidadosamente, se habría cumplido lo que dice Deuteronomio 15:4 “Así no habrá mendigos entre los tuyos, pues el Señor te bendecirá con abundancia en la tierra que el Señor, tu Dios, te da por heredad, para que la tomes en posesión».
Los sistemas políticos en la actualidad enfrentan la naturaleza pecaminosa, egoísta del ser humano, por lo cual no hay formulaciones claras sobre justicia social, cada cual quiere tener más que los demás, generando la desigualdad, trayendo pobreza y falta de oportunidad a las personas de cualquier condición.
Dondequiera que uno vaya hoy, en cualquier nación que uno visite, uno queda impresionado por los extremos de pobreza y de riqueza, esto es el resultado del pecado del ser humano. Si los israelitas hubieran obedecido a Dios en cuanto a esto, no habría ningún pobre entre los miembros de aquel pueblo, porque la sociedad se habría caracterizado por un equilibrio de la riqueza. El problema fundamental es entonces el corazón humano, mientras este no sea transformado, no habrá gobiernos justos, ni instituciones, ni sistemas que resuelvan la injusticia.
¿Qué debemos hacer nosotros como creyentes? Estamos llamados en primer lugar a predicar el evangelio, para que los corazones sean transformados, pero tenemos también la obligación de amar a nuestro prójimo. A veces tenemos la idea de que amarse a uno mismo es malo. Pero si este fuera el caso, sería vano amar al prójimo como a nosotros mismos. Este es el tipo de amor que debemos brindar a nuestro prójimo. ¿Nos preocupamos de que otros se alimenten, tengan ropa y vivienda? ¿Nos interesan los problemas de los demás? Amar a otros como a nosotros mismos significa ayudar a otros en la medida en que podamos suplir sus necesidades materiales, aprovechando también la oportunidad para llenar su vacío espiritual, compartiéndoles el amor de Cristo. Si cada uno pusiéramos un granito de arena, juntos ayudaríamos a muchos de nuestros semejantes.
El Señor nos ha dado la ley del amor que debe reemplazar las leyes civiles y religiosas. ¡Cuán fácil es disculpar nuestra indiferencia hacia otros! Por eso debemos estar dispuestos a ayudar a los demás.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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