A humildad somos llamados
2015-11-02
1. Oración inicial
Padre Amado, cuanta misericordia has tenido conmigo, has borrado mi orgullo, mi vanagloria y mi vanidad, a través de la más grande obra de amor y humildad en la cruz del Calvario. Señor impregna en mi tu carácter, sobre todo tu divina humildad. Amen
2. Lee la palabra de Dios
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”
3. Reflexiona
Los seres humanos por naturaleza somos orgullosos. Este orgullo lo tratamos de disculpar con argumentos que nos favorezcan frente a la poca humildad que demostramos. Jesús enseñó y practicó la humildad.
El apóstol Pablo escribió para los cristianos de Colosas: «Vestíos, pues… de humildad, de mansedumbre, de paciencia…» (Colosenses 3.12). El vestirse significa «cubrirse». En verdad la humildad encierra una actitud mental. Es la virtud que consiste en el conocimiento de la propia inferioridad. «Una virtud contrapuesta al orgullo». La humildad no es cobardía ni debilidad, pero el orgullo refleja debilidad; pues el desplegar humildad requiere valor y fortaleza.
En la Biblia, en el Antiguo Testamento, la palabra hebrea que se traduce «humíllate» significa literalmente «pisotéate». En Proverbios 6.3 leemos: «…vé, humíllate…» (pisotéate). En otras palabras, echa a un lado tu orgullo, reconoce tu error, endereza tus asuntos.
La humildad verdadera impide que la persona manifieste vanidad, orgullo, en mucho de los aspectos de su vida. El cristiano revestido de humildad no atrae indebida atención a sí mismo ni a sus aptitudes. Su humildad contribuye a que trate a otros con consideración y comprensión.
¿Cómo ve Dios a los humildes? El profeta Samuel pensó que Dios había escogido a Eliab para ser rey de la nación hebrea. Pero Dios le dijo: «No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón». El escogido por Dios fue David, un hombre fiel y humilde. Dios en verdad se opone a los altivos, orgullosos, pero da bondad inmerecida a los humildes.
Cuando Jesús dijo: «El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido», no fue una simple retórica. La noche antes de ir a la cruz, Jesús lavó los pies a los apóstoles, y así rindió un servicio que acostumbraban a dar sólo los esclavos. No es raro entonces que el apóstol Pablo aconsejara a los filipenses que consideraran a los demás superiores a ellos y que desplegaran una actitud humilde como la de Jesucristo.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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