La oración que no agrada a Dios
2024-04-01
1. Oración inicial
«Padre amado quiero que mi oración a ti sea siempre sincera, una oración que agrade tu corazón, porque sale de mi motivación más pura, dirigida con respeto y devoción ante tu santa presencia. Tú conoces mis necesidades y mis anhelos más profundos, por eso quiero pedirte que siempre se haga tu voluntad en mi vida y en la vida de otros por los cuales oro constantemente, en el nombre de Jesús, amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”. Mateo 6:5
“Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.” Mateo 6:7
3. Reflexiona
Cuando nos acercamos a Dios debemos hacerlo de la manera correcta, con honestidad y actitudes que le agraden. En el capítulo de Mateo 6 Jesús nos manda a no orar como los hipócritas, no porque estos oraran en cualquier lugar o de pie, sino por la intención con que lo hacían, pues buscaban ser admirados por su aparente piedad. El Señor no desprecia la oración que hacemos en público cuando la hacemos con la mejor motivación y con sinceridad. Hay oraciones en la calle y en la iglesia que agradan a Dios.
La palabra hipócrita viene del griego “hupokrites” que se usaba en esos tiempos antiguos para referirse a los actores de teatro que cubrían sus rostros con una máscara para representar un personaje que ellos no eran. Esta palabra usada por Jesús aquí, se refiere a aquellos que esconden sus verdaderos motivos detrás de una máscara de piedad. Jesús no critica la oración pública, pero sí condena la oración pretenciosa que busca atraer la atención, como el ejemplo que vemos en Lucas 18:11-12 “El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”.
Aquí también Jesús señala una práctica ineficaz e innecesaria en la oración: la vana repetición, que no se refiere a ser intensos y fervorosos en la manera de orar cuando clamamos varias veces por lo mismo, sino cuando la oración se vuelve repetitiva con palabras sin sentido, haciéndolo de manera mecánica, como los charlatanes que piensan que por su palabrería serán escuchados; este método de devoción pagana se observa todavía en algunas religiones, donde la repetición de rezos es una práctica supersticiosa.
Dios conoce nuestro corazón y sabe de qué tenemos necesidad y está dispuesto a escucharnos y ayudarnos, siempre que le pidamos e insistamos en una respuesta. Recordemos que Jesús oró tres veces en el huerto de Getsemaní con la misma petición (Mateo 26: 39; 42; 44); alabó la persistencia en la oración en la parábola de la viuda (Lucas 18:1-8); también el apóstol Pablo oró tres veces para que el Señor quitara el aguijón en su carne (2 Corintios 12:7-8). El énfasis en orar por lo mismo hasta obtener una contestación no es lo que le desagrada a Dios, sino orar con palabras carentes de sentido. Como decía Shakespeare: “Mis palabras suben hacia arriba, mis pensamientos quedan abajo; las palabras sin pensamientos no llegan al cielo.”
El hecho de que nuestro Padre celestial conozca todas nuestras necesidades antes de que le hayamos pedido, no significa que no debamos expresárselas, por el contrario, que Él lo sepa todo debe ser un aliciente para orar más frecuentemente y con más confianza, como un hijo cuando le pide a su papá lo que necesita constantemente y aunque él lo sabe, le agrada que lo haga.
Por eso, en contraste con la ostentación pública al orar de parte de los hipócritas, Jesús recomienda que busquemos un lugar privado, secreto, donde podamos orar y donde solo Dios pueda vernos, como dice Mateo 6:6 “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. La esencia de la oración no radica en lo que decimos ni cómo ni dónde, sino en buscar la comunión íntima con Dios avivando nuestra relación personal con nuestro Padre, porque esto sí le agrada.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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